Raúl Zibechi
Periodista

Repliegue imperial a su patio trasero

Estamos atravesando un momento de viraje de la política de los Estados Unidos en el mundo, que se manifiesta entre otras, en la intensificación del control en sus fronteras inmediatas, con una afirmación de su hegemonía hacia Canadá y Groenlandia en el norte, y hacia el sur, con el despliegue militar en el Caribe y la presión hacia Panamá, principalmente. Para comprenderlo, debemos mirar, por un lado, hacia los objetivos de la geopolítica regional del imperio, y actualizarla en base al viraje que se está produciendo en la Estrategia Nacional de Defensa que actualmente está en debate.

Nicholas Spykman (1893-1943), definido como el principal geoestratega estadounidense del siglo XX, escribió a comienzos de la década de 1940 algunas claves de lo que debería ser la política imperial para mantener la hegemonía global. Propuso la reconstrucción de Alemania para contener a la Unión Soviética y una alianza entre Estados Unidos y Japón (ambas potencias derrotadas en la segunda guerra mundial) para «enfrentar la amenaza futura de China», como sostiene el brasileño José Luis Fiori en su articulo “Nicholas Spykman y América Latina” (“Sinpermiso”, 17/12/2007).

Su impresionante visión estratégica destaca porque la mirada sobre China se produjo antes del triunfo de la revolución encabezada por Mao Zedong, que triunfó recién en 1949. Acudo a su propuesta geopolítica para intentar comprender la actual ofensiva del Gobierno Trump en el Caribe, frente a las costas de Venezuela, pero también en el Pacífico colombiano.

Spykman dedica mucha atención a América Latina. Divide la región en dos grandes espacios, desde el punto de vista de la estrategia para el subcontinente: «Una primera, mediterránea, que incluiría a México, América Central y el Caribe, además de Colombia y Venezuela; y otra, que comprendería a toda América del Sur, debajo de Colombia y Venezuela». Dice que la primera se trata de un mar cerrado cuyas llaves pertenecen a los Estados Unidos, los que no debe ser cuestionado.

Este análisis explica la gran cantidad de invasiones militares que el Pentágono realizó en ese espacio durante el siglo XX y el bloqueo tremendo a Cuba, pero también la agresión en curso contra Venezuela y en menor medida, por ahora, contra Colombia. Porque la «zona exclusiva» o el «Mediterráneo americano» comprende también el norte de América del Sur, además de todo el Caribe, México y Centroamérica.

Luego entiende que cualquier amenaza profunda a la hegemonía estadounidense en América Latina «deberá venir del Sur, en particular de Argentina, Brasil y Chile», que serían los únicos capaces de lanzarle desafíos profundos. Entiende que «una amenaza a la hegemonía norteamericana en esta región del hemisferio (la región del ABC) tendrá que ser respondida mediante la guerra». De este modo, la geopolítica de los Estados Unidos establece líneas rojas que nos permiten comprender la actual política de Trump, en realidad del Pentágono, de despliegue militar intenso en el Caribe a la vez que busca neutralizar a Brasil, el único país que en este período puede ejercer algún tipo de resistencia a la política imperial hacia América Latina.

Pasemos ahora a la nueva Estrategia Nacional de Defensa que está perfilando el Pentágono. Según el medio “Politico”, «un borrador de la nueva Estrategia de Defensa Nacional, que llegó al escritorio del secretario de Defensa, Pete Hegseth, sitúa las misiones nacionales y regionales por encima de la lucha contra adversarios como Pekín y Moscú, según tres personas informadas sobre las primeras versiones del informe» (“Politico”, 9/5/2025).

Una vez difundida esta información, en mayo de este año, ha habido un pequeño ajuste, ya que buena parte de los altos mandos no veían con buenos ojos dejarle a China la hegemonía de Asia. De hecho, la estrategia aún no publicada sigue definiendo la contención de China como el objetivo principal, pero se concentra en «la seguridad nacional y la del hemisferio occidental», según el medio “China US Focus”.

Ahora se destaca la necesidad de que las fuerzas armadas estadounidenses «desempeñen un papel más importante en la seguridad fronteriza y la lucha contra el narcotráfico, el tráfico de personas y la inmigración ilegal», lo que pasa por convertir a «las ciudades estadounidenses en campos de entrenamiento militar».

Resumiendo: según este medio, «la estrategia aboga por una Doctrina Monroe revisada que emplea tácticas coercitivas para controlar Groenlandia en el norte y el Canal de Panamá en el sur, a la vez que reprime la cooperación de terceros países latinoamericanos para lograr una mayor dominación sobre la zona de influencia estadounidense», para lo cual «se eliminarán las influencias progresistas» para consolidar la hegemonía global de Estados Unidos, centrada nuevamente en su patio trasero desde el que desplegó hace más de un siglo su poder global.

Las razones de este viraje son varias. La primera consiste en superar la tendencia hacia la guerra civil interna en Estados Unidos mediante la militarización de las ciudades, como viene sucediendo en Los Angeles, Chicago, Nueva York, Washington y Portland, donde se han desplegado miles de soldados. El frente interno es esencial para mantener el despliegue a escala mundial.

La segunda es aceptar que China está por delante tanto en la producción material como en las nuevas tecnologías y, sobre todo, en el control de tierras raras que son básicas para el armamento actual. La propuesta estratégica ahora consiste en replegarse hacia el control de Occidente (que incluye Europa, Israel y toda América Latina), para afianzarse, hacerse fuerte y aplazar el enfrentamiento con China esperando mejores condiciones.

Para el entorno más cercano, América Latina, este viraje estratégico de Estados Unidos implicará más intervenciones y más guerras para reducir la presencia de China, con resultados inciertos, ya que en la región predomina una gran división, con fuertes tendencias hacia la derecha y la subordinación.

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