Joseba Asiron
Alcalde de Iruñea

Sobre los presupuestos, sobre Aranzadi y sobre el Cambio. Con ilusión

No conozco más adversario político que quienes se oponen al cambio, y estoy persuadido de que también el 26 de mayo de 2019 hará falta el trabajo y el aporte de todos. Quedan 5 preciosos meses y no podemos permitirnos el lujo de perder ni un solo día en lamentaciones.

Han pasado ya unos días desde la «espantada» de presupuestos, y he querido deliberadamente esperar un tiempo antes de plasmar aquí algunas reflexiones que ahora, ya domingo por la tarde, y cuando parece que el contador se pone a cero para iniciar la semana, me gustaría compartir.

Antes, dejaré sentado que los presupuestos eran magníficos, que suponían el desarrollo de proyectos fundamentales para los barrios, como Edusi en Milagrosa, Erdigune en San Jorge o Txantrean Poliki, los derribos «sanitarios» y el tan esperado frontonico en Etxabakoitz, los arreglos en colegios públicos, las mejoras en la red ciclable de la ciudad, el patinódromo de Antoniutti, la Unidad de Barrio y el CCIS de Milagrosa. Tantas y tantas iniciativas, recogidas de entre las demandas de la gente, de los colectivos, de los foros de participación en los barrios. Todo un impulso al cambio, llevado a todos y cada uno de los rincones de Pamplona, pero especialmente a los barrios más necesitados.

Conste también que el acuerdo alcanzado en primera instancia suponía implantar una restricción hotelera efectiva, en los términos hasta los que pudimos llevar a Geroa Bai, que en principio estaba en contra pero que, sin embargo, pudimos acordar tras ardua negociación.

Y conste también, por último, que a ello se había llegado tras una labor ingente, de cirujano, en una negociación en la que tirar de una esquina suponía en todo momento que la goma pudiera romperse del otro extremo. Más de un mes de reuniones, llamadas, mensajes y contramensajes a cuatro. Nunca me cansaré de glosar la labor de mis cuatro concejales del alma, Patri, Joxe, Maider y Aritz, porque a ellos les correspondió situarse en el centro de la negociación, intentar acercar al resto a base de pequeñas renuncias, pilotar una nave con cuatro motores, no siempre bien sincronizados, y hacerlo con paciencia de orfebre. Mila esker aunitz, benetan, zuei eta zuen taldeetako guztiei...

Y el acuerdo estaba listo. A él habían llegado ya I-E, Geroa Bai y EH Bildu, tres de los cuatro partidos, con buenas dosis de generosidad por parte de todos, y existía un documento de aceptación de 20 puntos sobre las demandas de Aranzadi. Y entonces, el martes pasado, a 48 horas del pleno, cuando el acuerdo estaba sobre la mesa a la espera de firma, decidieron volverse atrás y aumentar sus exigencias hasta donde sabían que no iba a ser posible llegar. Ellos lo sabían, y sabían que nosotros lo sabíamos. Y veían, como nosotros, que no era lógico, que no era cuerdo, que era inaudito. Que ello solo podía obedecer a una estrategia de deliberada dinamitación de los presupuestos. Informaciones posteriores, que incluyen al parecer el video de una de sus asambleas, parecen confirmar esta idea: Aranzadi tenía ya decidido no aprobar los presupuestos desde al menos noviembre de 2018, antes incluso de iniciar la negociación. Habían estado jugando con nosotros, con los barrios y con la ciudad entera.

Es muy difícil encontrar explicaciones a ello, ni siquiera desde una torpe, embotada, supuesta estrategia electoral. Dar la mayor alegría de estos cuatro años al Régimen de UPN-PSN. Tirar por la borda las demandas de los barrios, trabajadas a pie de calle con la gente. Poner el riesgo el cambio, al que se ha llegado tras años, décadas de sinsabores, de sufrimiento y de disgustos. Terrible de verdad.

El día 13 de junio de 2015, con la alcaldía recién conseguida, los nuevos concejales bajamos desde el balcón del Ayuntamiento a la calle, para juntarnos con las personas que allí celebraban el cambio. En mi mano llevaba la makila de alcalde, para ofrecérsela a la gente, para decirles «es vuestra, aquí la tenéis, por fin...». Un precioso minivideo, grabado por mi hermana en el zaguán del Ayuntamiento, recoge el momento en el que bajamos por la escalera mientras en la calle se oyen, cada vez más fuertes, los gritos y los aplausos de la gente.

Una vez afuera hubo que dirigirse a la multitud, y con el «acelerón» del momento hablé tan solo en euskara, y se me olvidó hablar en castellano (ello me generó las primeras críticas de la derecha, en los periódicos del día siguiente). No recuerdo muy bien lo que dije en aquella improvisada intervención, pero creo que, entre otras cosas, pedí a los congregados que pensaran a quién querían dedicar aquel precioso día del cambio, conseguido tras años de lucha y trabajo. Y yo, aunque no se lo dije a nadie, estaba pensando en mi aita.

Mi padre nació en 1930 y murió en 2009. Es decir que sus recuerdos de infancia no iban más allá del inicio de la dictadura de Franco, y que murió sin conocer el cambio en Nafarroa ni en Iruñea. Pocas alegrías políticas tuvo el hombre en sus 79 años de vida, y aún puedo recordarlo afanado sobre las hojas de periódico donde se reflejaban los resultados de las primeras elecciones de 1979, sacando cuentas y sumas, intentando inútilmente encontrar alguna lógica y alguna satisfacción en ellos. Y aunque es justo decir que nunca perdió la ilusión, el ánimo ni la combatividad, lo cierto es que cuando mi aita murió Yolanda Barcina era alcaldesa de Pamplona, y probablemente su último acto de militancia fue firmar en contra del parking de la plaza del Castillo. Y si en aquel momento alguien le hubiera dicho que en 2015 iba a ser alcalde de la ciudad su segundo hijo, pésimo estudiante en su infancia, un tanto disperso, aquejado con toda seguridad de lo que hoy se conoce como TDH, y con ese punto «bala» que tienen los segundones, se hubiera reído como solo él sabía hacerlo.

El jueves pasado fue un día triste para el cambio, para quienes lo hemos vivido y para todos los que, durante décadas, lucharon por él, hayan o no llegado a conocerlo. Pero como dije al día siguiente «hoy ya no es ayer», y hay que pasar página. El reloj corre, y este mes de mayo tenemos otra cita con un cambio en el que todos, todas, somos necesarias. También el sector ideológico al que representa Aranzadi.

No conozco más adversario político que quienes se oponen al cambio, y estoy persuadido de que también el 26 de mayo de 2019 hará falta el trabajo y el aporte de todos. Quedan 5 preciosos meses y no podemos permitirnos el lujo de perder ni un solo día en lamentaciones. Así que mañana lunes, quienes recogimos el guante que nos lanzó la ciudadanía, tenemos que volver al trabajo con la misma ilusión que aquella mañana de hace ya casi cuatro años.

Será como volver a bajar del Ayuntamiento a la calle, y como volver a ofreceros a todos, a todas, la makila de alkate. Todo eso y mucho más os merecéis.

Nos vemos en la calle. Gora zuek.

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