Sueños
Durante las pasadas Navidades circuló por las redes un emotivo villancico cantado por niños palestinos que, según dicen, fue censurado en varios países. Fue, sin duda, todo un ejercicio y ejemplo de resiliencia, de reivindicación y de solidaridad para con sus iguales, los miles de niños y niñas víctimas de la barbarie sionista en Gaza (17.000).
Llegado el ansiado alto el fuego, solo cabe desear que este sea lo más largo posible y que especialmente las niñas y niños sobrevivientes puedan, sin el ruido de las bombas, de los drones, de las sirenas, jugar sin mirar al cielo, cantar, recibir una mínima educación y atención sanitaria, comer al menos lo imprescindible y, sobre todo, que a las noches cuando duerman, sueñen.
Un escritor de ciencia ficción se preguntaba si los androides soñaban con ovejas eléctricas. Yo, más prosaico, me he preguntado una y mil veces si las niñas y niños, no solo los palestinos, también todos aquellos que viven situaciones extremas de hambre, de conflictos bélicos, de migraciones forzadas... que son millones en el mundo, ¿pueden soñar? Y si lo hacen, ¿Qué sueñan? Seguro que en ovejas eléctricas, no.
«¡Hay que soñar!», clamaba un intelectual progresista. La vida es sueño y los sueños... sueños son, escribía Calderón. Los sueños son mensajes de las profundidades, lo oí en una excelente película de ciencia ficción. Las utopías son sueños a fin de cuentas, pero son imprescindibles para el progreso de la humanidad.
Yo, como en la canción, gauean amets egin dut. En él vi cómo los cuerpos de los niños y niñas víctimas del genocidio israelí se convertían en almas de construcción masiva y cuan misiles hipersónicos salían disparadas de sus tumbas hacia todas las direcciones del planeta. Sus objetivos no eran indiscriminados. Eran los centros neurálgicos del poder político, económico, militar y digital del mundo: parlamentos, grandes corporaciones bancarias, oligopolios energéticos y farmacéuticos, centros de inteligencia militar (oxímoron flagrante), superordenadores algorítmicos, almacenes nucleares... Así hasta 17.000 objetivos selectivos.
Estas almas de construcción masiva lograron superar todos los escudos antiaéreos habidos y por haber. Lograron uno a uno sus objetivos con absoluta precisión, generando unas enormes implosiones de amor y solidaridad. Sus ondas expansivas se extendieron por toda la faz del planeta llegando a lugares recónditos, hasta entonces desconocidos. Había estallado la Paz Mundial.
Cuando desperté del sueño retorné a la cruda realidad con la dificultad añadida de una lumbalgia que me impedía ir a la escuela de Tai Chi que hay cerca de mi casa y a la que acudo con regularidad. Pongo la radio, oigo las noticias y el mundo sigue caminando inexorablemente hacia el caos, a la entropía.