Beatriz de la Vega

Tabakalera estación o el andén secreto

Contra todo pronóstico y desobedeciendo las indicaciones de las máquinas, he cogido el tren acertado.

Todo parecía indicar que eran las 20:00 horas de un jueves 9 de marzo del 2023, en esta estación de tren de Tabakalera en Donosti.

Una pareja de amigos me acompañan a coger el tren de las 20.12 con destino a Miranda de Ebro, mi parada es Alsasua.

Nos despedimos y al acercar el billete al lector, las puertas de acceso no se abren. Continúo intentándolo por todas las demás máquinas, pero obtengo el mismo resultado. Como no hay ningún empleado me veo obligada a colarme por un hueco. Mis amigos se ríen.

Veo un cartel en un lateral de una escalera en el que pone Vía 2, me imagino que hay que subir por ella, mis amigos me lo confirman con gestos, desde la distancia.

El andén está abarrotado, compruebo que es el número 2. En ese momento la megafonía anuncia la llegada de un tren con destino a Irun que para delante de mí. Me asaltan las dudas, si este tren que va en dirección contraria, viene por esta vía... ¿El mío también?

Pregunto a una señora, me dice que ella va a Beasain y que nuestro tren también parará en este andén, que no entiende por qué, pero que es así.

Una voz por megafonía advierte: «para que la fianza del bono de viaje sea devuelta, hay que ocupar el asiento asignado».

La señora mira su tarjeta de viaje perpleja y seguimos sin entender cómo y dónde puede estar notificado su asiento.

Por fin, en el cartel electrónico confirma, en letras rojas, la llegada de nuestro tren, destino Miranda. Pero al mismo tiempo, la voz, anuncia la llegada de otro por la misma vía y que va en la misma dirección, ¡pero finaliza en Bríncola! Así que no pasa por Altsasu.

Vuelven las dudas, esta vez, con algo de angustia, ¿y si cojo el tren y no es el que para en Alsasua y me quedo, a las 9 de la noche, colgada en Bríncola?

Enseguida se hace un corro de mujeres y todas opinamos si será o no. Cuentan muchos casos de viajeros, que montan en trenes equivocados y acaban abandonados, a horas intempestivas, en estaciones lejanas a la suya.

La incertidumbre aumenta a cada paso.

Una de las mujeres del corro, que coge todos los días este tren y lo conoce, me tranquiliza.

Llega el tren, anunciando en un letrero electrónico dónde corren las palabras rojas: ¡destino Irun!

La confusión es ya total. No hay nadie a quien preguntar ¿qué hacemos?

La señora que conoce el tren me dice que monte y me monto.

Contra todo pronóstico y desobedeciendo las indicaciones de las máquinas, he cogido el tren acertado.

La humanidad, en estos momentos, es lo único que tiene sentido, lo único que puede salvarnos.

Una vez sentada, me pregunto si esto ha sido una performance de Tabakalera, un scape room organizado por algún colectivo cultural de la ciudad. O quizás, la falta de presupuesto para los trenes de toda la vida, los más necesarios. Ya que las obras del TAV y del metro se lo comen todo, literalmente hablando.

De lo que no tengo duda es de que he vivido un extraño momento de realidad paralela, de desconcierto total.

La física cuántica se ha desplegado y he experimentado el principio de incertidumbre de Heisenberg, que según la Wikipedia dice que, cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su momento lineal.

Es decir, que las partículas se encuentran en estado de superposición y, por tanto, tienen atribuidos a la vez diferentes valores de posición.

Así que amigo Juan, efectivamente, a ratos paseo por otros mundos...

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