Josu Iraeta
Escritor

Tibios y faltos de memoria

Hemos dejado atrás los festejos navideños, donde incluso recibimos efusivos saludos de aquellos «pocos» que no nos «ven» el resto del año, pero eso, también son las navidades.

Afortunadamente, además del entorno personal, es evidente el calor de las miradas y saludos que nos fortalecen y animan.

Quizá sea el momento de hacer un balance de lo vivido en el pasado reciente, pero eso, lo dejaré a los expertos que abundan.

Balance no, pero recordatorio sí. Porque, precisamente cuando tenemos ante nosotros un invierno tan elegante como hermoso y húmedo. Cuando, afortunadamente, y consecuencia de los difíciles pasos que se han dado, tratando de garantizar un pacífico porvenir a todos los territorios de Euskal Herria, estamos disfrutando de una situación «relativamente» estable, que ha costado mucho, muchísimo, y que no ha sido «metabolizada» por algunos de sus beneficiarios.

Cuando mantenemos nuestra posición política y democrática, al exigir que el euskara viva en situación de «normalidad» de tal forma que cumpla todas las funciones sociales, tal y como lo hacen el inglés, el francés y el castellano, cada cual, en su respectivo país de origen, demostrando a todos, cómo debe ser vivir en democracia, los «autodoctorados» en ética vuelven a exhibir su delgada formación democrática.

Una vez más, vengo observando que los humanos son-somos animales de costumbres y nos cuesta cambiar de hábitos. Los hay, que creen haber nacido para sentarse, «siempre» en la primera fila y están nerviosos. El motivo, que no pueden permanecer quietos y esperar –como hasta ahora– viviendo con la seguridad de que sus posiciones son poco menos que sempiternas.

Cierto que motivos para mostrarse nerviosos tienen y no pocos. Porque hay heridas que no se pueden ocultar. Hoy no caminan haciendo sonar sus pisadas como antaño.

Eso sí, mantienen la compostura, porque tienen mucha experiencia, son expertos en «sobrevivir» y lo demuestran cuando se sienten obligados a «renovar» antiguas amistades.

También puede observarse que la magnitud, variedad y número de los proyectos que buscan el protagonismo perdido, está adquiriendo una capacidad de endeudamiento que, en otras «circunstancias», adolecerían de viabilidad.

No hay duda alguna, saber saben, pero si hasta hoy su experiencia como «ofidios» de la política, les ha permitido rejuvenecer su aspecto, sin modificar su estructura muscular, hoy los problemas tienen otra magnitud y no les basta, necesitan más.

De ahí la mirada concupiscente y maliciosa hacia las peinetas y los abanicos. Otro gesto –uno más– hacia los que viven «de» sus muertos, para sentir su apoyo desinteresado, y no me refiero exclusivamente al «doctorado» en democracia exhibido en la localidad alavesa de Elciego.

No tienen mucho que ofrecer, es cierto, pero ante la insistencia y demostrando cuan delgadas son sus convicciones democráticas –otra vez– y cual becerro de oro, ofrecen tu cabeza, José Luis.
 
Ya sé que no es la primera vez, porque, están acostumbrados a desprenderse de todo aquello que les muestra como lo que son, «aparentes». Viven de lo que dicen ser, herederos del primigenio núcleo abertzale, valedor del presente y futuro.
 
Es evidente que el malestar, incluso cierta perplejidad ante el comportamiento reiterado de Sabin Etxea, para con la memoria de mi amigo «Txillar», poco tiene que ver con la ética política.

Y no es un tema exclusivo concerniente a Donostia, porque, la figura de José Luis Álvarez Enparantza, tanto en términos políticos, como lingüísticos, trasciende por su comprometida, amplia y elevada aportación.

La gravedad de esta situación debiera por sí sola servir de punto de arranque para una reflexión en profundidad en el seno de las filas jeltzales, tal y como lo expresan en privado sus componentes.

La profunda –y en mi opinión– inevitable reflexión debiera ser extensible también a quienes comparten responsabilidades de gobierno. Debieran reflexionar y ser conscientes de lo inexplicable de su actitud a ojos de la sociedad. Porque en la sociedad, tanto vasca como española, conocen, saben, que con la soberbia que exhiben, no pueden pretender tapar su negro y reciente pasado.

En esta situación tiene mucho que decir la habitualmente silenciosa y sumisa base. Aunque quizá es pecar de optimista el esperar una reacción en este sentido, porque, no hay que olvidar que, aunque es cierto que, desde la izquierda abertzale, siempre se ha establecido la diferencia entre la pretendida «base» abertzale y su dirección, lo cierto es que –en términos geométricos– el vértice es una proyección de la base.

Ciñéndome a la memoria de mi admirado «Txillar» quiero manifestar, que –como yo– no era persona que se escondiese, el enfrentamiento dialéctico era su modus operandi. Aunque han pasado muchos, muchos años, recuerdo bien cuando y donde nos conocimos, también por qué.

A lo largo de muchos años, «Txillardegi» supo defender sus posturas en todos los terrenos en los que intervino –nos vimos con frecuencia a ambos lados de la mesa– Pero también recuerdo –y muy bien– cómo expresaba sus convicciones, en los largos paseos que dimos en el muelle de Donostia, allá en el dique donde cargaban los barcos de Cementos Rezola.

José Luis Álvarez Enparantza, un hombre vasco, abertzale y radical en sus convicciones. Un amigo, «Txillardegi».

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