Joseba Leizeaga Arriaga
Creador de imágenes

Tortura psicológica, las heridas sin sangre

El 7 de febrero de 1997, la Ertzaintza vino a mi casa y me llevaron detenido, teniendo que padecer tres días incomunicado en Arkaute. En esos tres días, los cuales estuve detenido yo solo, utilizaron muchos medios para que me autoinculpara, por suerte no lo lograron.

Contra mi, no utilizaron la violencia directamente, sino la amenaza de utilizarla. En los interrogatorios nocturnos, me obligaban a estar mucho tiempo en la misma postura contra la pared, con los interrogadores detrás mío, sin poder mirar atrás, sin poder cambiar de postura. Amenazándome que me iban a zurrar si hacía algo así. Se me acercaban por la espalda a gritos, golpeando la pared junto a mi, y haciendo gestos amenazantes con sus manos en el trozo de pared que estaba frente a mis ojos, para que los viera. Si relajaba algo la postura, de inmediato me amenazaban con la paliza, y yo mantenía la postura. Me estuvieron amenazando en cada momento, sobre mi situación, sobre mi futuro, sobre mi familia y sobre lo que surgía en el momento, me estuvieron amenazando hasta el último segundo. Amenazando de palabra, con gestos, acciones y mediante las armas. Por un lado, mientras estaba en la celda, fuera de esta solían hacer ruidos con el arma, como suelen hacer los guardias civiles en los controles. Por el otro, en un momento concreto, cuando me sacaron de la celda para trasladarme a Madrid, unos ertzainas, me apuntaban con sus UZI mientras se reían, como si fuera un delincuente peligroso, como si tuviera alguna opción para huir. Me dejaron pocos momentos de tranquilidad mientras estaba en la celda, solían andar haciendo ruido fuera de ella, jugando a fútbol con latas, intentando impedir que durmiese, y lo consiguieron. Un día en concreto, cada diez minutos, un ertzaina se colocaba frente a la puerta de la celda, y comenzaba a golpearla como si la quisiera echar abajo, entonces, abría la ventanilla y solo podía ver los ojos enfurecidos de un encapuchado, que con gestos expresaba sus ganas por entrar en la celda y darme una terrible paliza. Una de las veces que me tenían contra la pared, también escenificaron que me dejaban en manos de unos guardias civiles, posándose frente a mis ojos, un brazo con un uniforme de la guardia civil y, diciéndome en tono jocoso, que ya que no quería hablar con ellos a ver si mantenía el silencio con los otros.

Por desgracia, mientras estuve detenido, la crudeza de la realidad trajo la muerte de un preso y un miembro de la Mesa Nacional de HB. También se sirvieron de esta situación, amenazándome que iba a terminar como ellos, y aunque estaba incomunicado, comunicándome estas informaciones con la única intención de hacerme daño. En resumidas cuentas, este es el método que utilizaron en mi contra. Aunque yo, desde el principio comprendí que había sido torturado psicológicamente, hacia 2006, cuando escuche el testimonio de un expreso de Guantánamo, mi percepción fue cambiando. Según lo expuesto por este hombre, el método que los estadounidenses utilizaron en su contra era uno, obligarle bajo amenaza a permanecer en la misma postura durante mucho tiempo. Entonces lo vi, era lo mismo que me hicieron a mí, con mayor intensidad, pero lo mismo. En ese momento, percibí por vez primera que también había sido torturado físicamente, pero de un modo sutil, nada evidente. De este modo, empecé a comprender que el método que la Ertzaintza utilizó conmigo, es más sutil que el método de la Guardia Civil, los rastros del método de estos últimos son evidentes.

De hecho, la tortura física suele ser más evidente, tanto para uno mismo, como para el resto. Si te golpean, no es difícil comprender lo que está sucediendo, utilizando medios más sutiles, las cosas no se entienden tan claramente. El camino más sutil, es la tortura psicológica. ¿Cómo saber que has sufrido tortura psicológica? ¿Dónde están las heridas y las cicatrices? En los casos de malos tratos, acoso y situaciones similares también, detectar el maltrato psicológico es difícil, el físico sin embargo no. Con el tiempo, no tienes duda, has sido torturado. Lo que te han hecho, tiene consecuencias físicas y psicológicas en ti. Además, aparte de ser más evidente o no, las heridas y cicatrices físicas se curan con mayor facilidad.

Mirando a largo plazo, viendo las consecuencias que he tenido, percibí que la tortura psicológica continuaba más allá del momento de la detención. En esa noche que estuvieron golpeando la puerta de la celda, me causaron mucho miedo y mi corazón se aceleró mucho, al llegar a casa, la segunda noche, al igual que entonces, tuve una taquicardia. Después, en la calle, en cualquier momento, cuando una furgona de la Ertzaintza pasaba a mi lado, desde dentro daban duros golpes en la chapa, trayéndome al recuerdo nuevamente esa terrible noche que me hicieron pasar en Arkaute para atemorizarme. Yo lo sentía así. Todavía, ese tipo de ruido se me hace insoportable, me altera. Como salí bajo fianza, el primer mes y medio, tuve la obligación de acudir a firmar al mismo cuartel de la Ertzaintza donde empezó todo a diario, teniendo que acudir después semanalmente durante año y medio. Al acudir a firmar, aunque siempre acudía a la misma hora, comprendí que el hacerme esperar al rededor de una hora también, ha sido una extensión de esa tortura psicológica. El castigo que continúa en la calle. La tortura psicológica se expande de tal manera, que te sigue durante tu vida, y el hecho mismo de negar que has sido torturado, continúa siendo tortura.

Hemos tenido que soportar demasiadas veces, en radios y televisiones de nuestro entorno, a ciertos tertulianos y tertulianas, que con gran ligereza, repiten una y otra vez, como si fuera un mantra, que la Ertzaintza nunca ha torturado a nadie. Pero no dicen la verdad. Estos últimos días, el propio Gobierno Vasco, por boca de sus portavoces, no ha dicho la verdad. Piden autocrítica a otros, pero no quieren asumir su responsabilidad, no aceptan lo que han hecho, por eso no dicen la verdad. A mí, la Ertzaintza me torturó psicológicamente y de una manera sutil físicamente, tal y como he expuesto anteriormente. A consecuencia de lo cual, en un principio tuve problemas físicos y posteriormente he tenido problemas psicológicos graves. No se si hoy en día lo hacen, pero la Ertzaintza ha solido torturar, y no he sido el único, por supuesto.

El propósito de la tortura, es destrozar al torturado como individuo, una vez que han destruido tus defensas, conseguir tu autoinculpación, conseguir de ti información que no darías de ninguna manera. Si no consiguen esto, hacerte el mayor daño posible, meterte el mayor miedo posible, para así anularte socialmente. Esta anulación, sobre todo, la causan la tortura psicológica o las consecuencias psicológicas de la tortura física.

La tortura psicológica, comparada con la brutalidad de la tortura física, parece que es de menor entidad, pero no es así, solo lo parece. En el momento, tanto para uno mismo como para el resto, parece más suave, pero, a medida que el tiempo avanza, diría que es más dura que la tortura física. Quienes han tenido que padecer la tortura física más bestial, también han tenido que padecer la tortura psicológica. La tortura física, siempre tiene contenidos y consecuencias psicológicas. Para cuando ya no hay ni rastro del dolor y de las heridas de la tortura física, cuando no queda más que el recuerdo de las cicatrices, tendrán el dolor, las heridas y las cicatrices psicológicas, como compañeras de viaje para toda la vida, gestionándolas lo mejor que pueden, pero ahí, algunas bien, otros cojeando. Física, psicológica, dos caminos para obtener el mismo resultado. Que te menosprecies, romperte. La tortura física pura, además de afectarnos físicamente, sobre todo nos afecta psicológicamente. La tortura psicológica, tiene la misma dificultad para ser detectada como para ser curada.

Sin ser directamente torturado físicamente, tener que ver como sufre otra persona a tu lado, es más doloroso que el dolor propio. Que decir de quienes incluso aplicándoles la tortura física más bestial, es decir, bañera, quirófano, electrodos, bolsa…, no han conseguido quebrantar su voluntad. Han conseguido soportar todo ese suplicio, pero si ante sus ojos, amenazan con dar ese trato a su marido, esposa, hija, hijo, padre, madre o a cualquier ser querido, eso es otra historia. Y si no se someten, pasaran de la amenaza a la acción, castigaran al ser querido, duro, física y psicológicamente, hasta someterlo. Eso es la tortura psicológica, así la utilizaron, la utilizan, y mientras no cambie el mundo la continuarán utilizando. Creando heridas sin sangre.

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