Trabajadores portuarios
Los partidos políticos con vocación soberanista, deben tener en su ideario, como una de sus obligaciones, la de poner en perspectiva el valor patrimonial de las infraestructuras y servicios de los que nuestro pueblo dispone. Además de su compromiso real, para favorecer una gestión pública de calidad en el servicio, también se debe reivindicar la protección de los trabajadores, dotándoles de garantías laborales y un salario digno.
Estos principios básicos, son aplicables a cualquier medio, pero más concretamente, me refiero a la situación que se ha creado en el Puerto de Bilbao.
En los puertos, igual que en cualquier sector, con una actividad prolongada en el tiempo, se han forjado infinidad de historias, que son reales y que pueden servir de apuntes para conseguir un guión y para formar una imagen de lo acontecido.
Las ordenanzas laborales franquistas, no tenían cabida junto a los nuevos y remozados partidos democráticos, que urgieron para su abolición, dándose paso a la negociación de convenios, que sustituyeron a las mencionadas Ordenanzas Laborales.
La sustitución del sindicalismo vertical, por el democrático, debía servir como herramienta, que pretende y puede solucionar conflictos laborales, pero la habilidad de viejos y nuevos políticos, lo han descubierto como arma a su servicio y en algunos casos, para crear conflictos y dividir a los trabajadores.
En el Puerto de Bilbao, el gran avance en derechos y salarios de los trabajadores se dio en el tiempo que duró el proceso de sustitución de lo viejo por lo moderno y «democrático».
En el ámbito concretamente político, el PNV siempre ha sido, y continúa siendo, un aliado de los empresarios, o en su caso, del Estado, a través del Gobierno de turno. De hecho, para aplicar el «decretazo», el gobierno del PP, cuenta con los votos de los que siempre están de esquina, nunca se sabe si van o vienen, siempre están en un proyecto de puntualización «en diferido». Aquí se posicionan en un sentido y en Madrid en el contrario.
Iñaki Anasagasti, que ha estado toda su vida laboral viviendo de sus cargos públicos, se ha permitido descalificar a los trabajadores portuarios, con frases muy gruesas. Nunca ha descalificado ni criticado los privilegios de Congreso y Senado, de los que ha formado parte.
A este tipo de personajes se refería Sabino Arana: «Desgraciado el pueblo que espera su libertad, de hijos charlatanes».