Un palurdo contesta al Sr. Sánchez (al Secretario General del PSOE, no al otro)
Pedro Sánchez, a fin de justificar su sumisión nacionalista española (del «nuevo PSOE» surgido tras el golpe de estado sufrido en sus propias carnes) a los dictados de la «derechona», se aferra al hecho de que todas las Constituciones avalan la unidad territorial.
Quien aquí escribe no es ni de lejos un político o un entendido en política como lo puede ser el Sr. Sánchez, de hecho, como diría Sócrates, «sólo sé que no sé nada», y así, desde mi ignorancia no puedo atreverme a ir más allá de plantear algunas cuestiones que me tienen perplejo.
En primer lugar, me encuentro con que veinticuatro horas después de que el PSOE de su apoyo al uso del artículo 155 de la Constitución Española, el Sr. Sánchez se ha visto obligado a justificar su postura. Pienso que cuando un dirigente político, el supuesto primer representante de la oposición, ve la necesidad de ofrecer explicaciones públicas es porque no se ha hecho buena pedagogía (así que algunas figuras relevantes del Partido Socialista Obrero Español o Catalán comienzan a desgajarse de su madre nodriza), porque ha dejado de ser un partido de la oposición (alineándose con el PP y C's), o porque se siente incómodo y culpable sobre lo realizado (excusatio non petita, accusatio manifesta, es decir que si nadie te exige unas excusas que necesitas dar, es porque te sientes acusado y muestras tu culpabilidad). No sé, pero me huele a una mezcla de todo lo anterior.
En segundo lugar, el Partido Socialista Obrero Español, que con tanto ruido y con tanta sabiduría siempre ha defendido que los problemas fundamentales eran los sociales, mientras que los nacionales y nacionalistas eran simples cortinas de humo, en lugar de dejar la libertad de voto y de acción a sus militantes en lo que responde a un «problema menor», se ha envuelto en la bandera rojigualda (ni tan siquiera en la tricolor) para defender el territorio monárquico. ¿No eran tan republicanos y defendían a los oprimidos? Parece que pesa más el Español que el Obrero o Socialista en el Partido. Querer justificar las brutales cargas policiales y la suspensión de un Govern legítimamente constituido es dar carta blanca al golpe de estado de quienes aún no condenan abiertamente las acciones fascistas de Valencia, mantienen las fosas en las cunetas y nos abocan a un régimen totalitario y policial. Ya lo decía José Ortega y Gasset, ¿Quién puede pensar que tras dejar la gobernación en manos de la gente (agente) de orden, no vaya a ser ésta quien decida gobernar?
En tercer lugar, me parece que el PSOE nos toma por imbéciles a todos los ciudadanos. El Sr. Sánchez, tras dar unas explicaciones que nadie le ha solicitado (o si lo han hecho es por su falta de pedagogía), arremete contra Podemos con la excusa tan manida de que tuvieron la posibilidad de encumbrarlo a verdadero César de todas las Españas y, sin embargo, se negó. Pero, aunque no tenga excesiva memoria, y menos con unos acontecimientos que corren tan rápido, creo recordar (y para ello existe la hemeroteca), fue el propio Sánchez quien manifestó cuáles iban a ser sus líneas rojas a la hora de llegar a la Moncloa: no pactar con el populismo (así concebía a Podemos); no pactar con los nacionalistas moderados (con los que sabía que Podemos estaba aliado); no pactar con los secesionistas (ERC y EH Bildu) ni recibir siquiera su voto a cambio de nada; etcétera. Se echa la culpa a una tercera coalición sin hacer la más mínima autocrítica. Mire, Sr. Sánchez, fue usted quien prefirió negociar su investidura con C's a la espera de que Unidos-Podemos se sumara a su carro sin negociación previa, posiblemente tras las experiencias del PCE e IU, que por no votar a la derecha siempre se habían sometido a los dictados del PSOE. Bien es cierto que la propuesta de Pablo Iglesias no fue entendida (también le faltó pedagogía, pecó de celeridad, y fue sacada de contexto y utilizada por la caverna mediática), cuando propuso un gobierno de coalición, asumiendo unas responsabilidades que el PSOE no quería ceder (prefería un Gobierno monocolor). Pero de ahí a afirmar que la culpa de que no fuera elegido recayera en Podemos y sus coaliciones hay un paso muy grande. Si Pedro Sánchez no logró ser investido presidente se debió a que las negociaciones partían de unas líneas rojas por cada una de las partes, una confianza ciega en que la nueva formación (Podemos) se iba a comportar como el antiguo PCE, y un miedo atroz a tomar en serio la cuestión territorial (nacionalistas e independentistas). Fue la propia incapacidad del PSOE la que le abocó a su derrota. De hecho, el PSOE (PSC) va siendo cada vez más residual en Catalunya, y el PSE-EE sólo se mantiene gracias a la muleta que le cede en PNV en la CAV.
En cuarto lugar, el señor Pedro Sánchez, a fin de justificar su sumisión nacionalista española (del «nuevo PSOE» surgido tras el golpe de estado sufrido en sus propias carnes) a los dictados de la «derechona» (que diría el otrora insigne líder del socialismo español, reconvertido en defensor de la sacrosanta unidad del reino, Alfonso Guerra), se aferra al hecho de que todas las Constituciones avalan la unidad territorial. Es cierto, y no puede ser de otro modo, salvo en honradas excepciones, como la constitución de la URSS que sí defendía (de manera teórica, aunque nunca lo permitió de facto) el derecho de autodeterminación. Este punto de vista ha sido defendido incluso en la prensa estadounidense, que asociaba el derecho a la secesión con la guerra civil que sufrieron a finales del siglo XIX. Sin embargo, el editorialista USAmericano dejaba de mencionar que su propia existencia se debe a la DUI que estableció en 1776 respecto al dominio británico; o que el respeto que tienen al Estado de Israel se debe, fundamentalmente, a la DUI que éste implementó frente a la metrópoli europea.
Claro que los Estados (lo que está o hay) deben definir lo que son. No puede ser de otro modo. No hay posibilidad de que un Estado se constituya (tenga una Constitución) sin limitar sus territorios, pero eso no es óbice para que cada uno de sus comarcas puedan tomar la decisión de seguir dentro de la unión u optar por la separación. La Constitución claro que es la norma suprema de los Estados (constituidos), pero eso no evita que sus territorios puedan dictar nuevas Constituciones que, a su vez, delimiten sus territorios y normas generales de convivencia. La lectura de las obras de J. J. Rousseau debería ser de obligado cumplimiento en las escuelas antes de abordar temas como el que nos ocupa.
En quinto lugar, leo que la socialdemocracia europea debería hacer frente a los movimientos reaccionarios y populistas. Insisto en que no me considero un especialista en el tema, pero las lecciones que nos ha dado la socialdemocracia (desde Bernstein o Kautsky hasta la actualidad) nos indican precisamente lo contrario: la defensa del nacionalismo capitalista durante la Primera Guerra Mundial; los acuerdos con los CFSE franquistas en el Congreso de Suresnes para que Felipe González accediera a la Secretaría General del PSOE; los pactos y vinculaciones con el golpismo del 23-F; el paso del «OTAN, de entrada no» a su inmersión sin condiciones; etc. La misma reforma express del articulado de la Constitución Española sin el beneplácito de la ciudadanía invalidan las palabras del Secretario General del PSOE.
Por último, la llamada in extremis a considerar al PSOE como fuerza prioritaria de las izquierdas se cae por su propio peso. El socialismo marxista se abandonó en Suresnes; el obrerismo con la reforma constitucional del 135; la defensa federalista con la aplicación del 155; y sólo le queda ser Partido (dividido), y Español. Todo queda dicho.