Si yo supiera cantar, cantaría un son. Cubano y revolucionario. Y se lo cantaría a Jon, maestro, compañero y hermano.

Sería un son alegre, como era alegre Jon. Ocurrente, entregado. Sonriente hasta maniatado.

Una canción de amor, como el que regaló a su tierra y a su gente, aquel amigo valiente y, por valiente, tantas veces represaliado.

Recordamos sus consejos y entonamos sus canciones y recordamos sus manos elegantes (de pelotari, decía Itziar). Manos de trabajador, luchadoras, desafiantes ante la opresión.

Manos generosas, más de dar que de tomar. Manos cariñosas que se hacían puños para luchar.

Cantaría porque cantar es recordar, y a Jon le recordamos. Y porque en su ausencia, sentimos su presencia. Recordamos y reímos...¡tantas veces lloramos!

Cantaría a la dignidad y también a la coherencia, que no riñe con la inteligencia, porque se suman. Y es que para ganar hay que saber sumar.

Jon nos enseñó a ganar la justicia y la libertad, y cantando le diría que, sin duda, llegarán. Con trabajo y con entrega, como él nos dio.

Quisiera cantarle un son, alegre pero apasionado. Una canción rota por la emoción de haber compartido tanto, mano con mano, corazón con corazón, como cantaba Carlos Puebla.

Hoy no te oímos pero te escuchamos, y te vemos en el escenario de Anoeta señalando la ruta a seguir. Por ahí seguimos, como se sigue a los sabios. A los de convicción y de intuición.

Te fuiste temprano, demasiado pronto, como un mendigoizale madrugador que no espera al amanecer, pero no dejaremos que tu estrella se apague.

En las ikastolas nuestras hijas cantarán tu nombre. Y el de Telesforo, Santi, Josu, Txomin, Jokin y muchos más.

Esa es tarea nuestra.

Ez zaitugu ahaztuko Jon Idigoras Gerrikabeitia, ez horixe!