Iñigo Jaca Arrizabalaga
Médico

Una pandemia destruye los mitos

Verdaderamente ha de ser terrible que un infarto tenga que hablar con tanta interlocución para acceder a quien le facilite una consulta y una ambulancia

Escribo desde el dolor que me produce una sanidad pública que está empeñada en la disminución de recursos médicos puestos al servicio de la población (cierre del PAC de Zumarraga); también en la imposición por parte de los médicos de esas consultas telefónicas con las que sustituyen a las consultas presenciales.
Un gran internista que trabajó en atención primaria del Alto Deba, el doctor Etxezarreta, me decía que «si perdemos el contacto con los pacientes, será la puntilla para nuestra profesión y oficio. Hay que ver al paciente directamente, hay que ver su cara, sus gestos, su aspecto, escucharle, auscultarlo, palparlo... Nuestra profesión es un arte».

Hablemos de situaciones reales, de aquella paciente bermeana que sufre de una derivación valvular por epilepsia y lesión cerebral a la que su neurólogo de Cruces, en la cercanía de revisión, le llama y le dice: «no venga a la consulta, tóquese y presione el frontal, parietal y occipital, y dígame si le duele». La paciente respondió: «a mí me han enseñado a palparme la mama pero no sé donde está lo que usted me dice». A los dos días le atendieron en la privada.

Un amigo médico que trabaja en urgencias extraospitalaria me contaba que un dolor torácico debió esperar tres conexiones telefónicas para acceder a él, primera a un call center con una empresa privada, luego a una enfermera y finalmente accedió al médico. Verdaderamente ha de ser terrible que un infarto tenga que hablar con tanta interlocución para acceder a quien le facilite una consulta y una ambulancia después para ser conducido a una unidad de tratamiento especializada.

Y es que Osakidetza está empeñada en que esos servicios de call center o consejo sanitario que establece, que no son públicos y sí son privados –y que vaya usted a saber si están sujetos a la confidencialidad y protección de datos, pues al usuario ni se lo han preguntado–, intermedien en una solicitud de asistencia, muchas veces extremadamente urgente en pacientes en los que los minutos de actuación especializada cuentan, y de los que dependen el resultado, a veces de vida o fallecimiento.

Si es un problema la deriva de Osakidetza con sus cierres de servicios (PAC de Zumárraga), consultas telefónicas y demás anomalías que están poniendo a la luz todo lo acontecido con esta pandemia y que iremos comentando; pero mayor problema es esta sociedad vasca «idiotizada», adicta más al aplauso que al análisis de lo acontecido y a sus repercusiones en cuanto a cierres de servicios y eliminación de las prestaciones que estamos viviendo.

Se puede entender que los partidos en el poder intenten ocultar las ineficiencias de la Osakidetza que gestionan, pero es muy difícilmente entendible, la actitud de silencio de la oposición, de la que se debiera esperar un análisis crítico ante los despropósitos que vivimos. No vale decir que deseamos un aumento de recursos en atención primaria del 10%. Si verdaderamente existía un déficit, necesitamos más elementos de planificación, justicia y reparación.

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