Iñaki Uriarte
Arquitecto

Unesco y las naciones sin estado

Unesco es la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura creada en 1945 con sede en París en la que están integrados 195 miembros (países) y 10 miembros asociados. Sólo los estados tienen representación a la que se accede por su pertenencia a la ONU.

Sin embargo, de acuerdo a su Constitución «los territorios que no asuman por sí mismos la responsabilidad de la dirección de sus relaciones exteriores podrán ser admitidos en calidad de Miembros Asociados por la Conferencia General, por mayoría de los dos tercios de los miembros votantes, si esa admisión ha sido solicitada, por cuenta de cada uno de esos territorios por el Estado Miembro».

Pero existe un caso especial que debe ser una referencia, Quebec. Incorporada como provincia a Canadá en 1867 con una cultura propia y lingüística y oficialmente francófona fue reconocida como nación dentro de Canadá por su parlamento en 2006. Previamente hubo un acuerdo mutuo, firmado el mismo año sobre su presencia en la Unesco para tener un representante permanente del Gobierno de Quebec en la delegación de Canadá.

En la sesión de apertura de la VII Conferencia Global de la Unesco en París el 3 de junio de 2013 el entonces President de la Generalitat, Artur Mas, y la directora general de la Unesco, Irina Bokova, firmaron un convenio en colaboración con el Gobierno español que permite a Catalunya tener dentro de la organización sus propios representantes. Mas declaró: «Los representantes catalanes estarán en la Unesco, no formarán parte de la delegación permanente española». Y prosiguió, «no es todo lo que desearíamos, porque algún día aspiramos a tener una representación permanente, pero es mucho más de lo que tenemos actualmente».

Y añadía: «Si el conjunto del Estado español concediera a Cataluña o Euskadi el mismo estatuto que se le otorgó a Quebec, la Unesco aceptaría una delegación permanente catalana». Si no la tiene es por la falta de voluntad del Gobierno.

Kosovo, se proclamó Estado independiente en 2008 siendo reconocido por más de cien países, la mayoría de los socios de la UE y Estados Unidos, pero no por España, Rusia y Serbia, entre otros. La Conferencia General de la Unesco de 9 de noviembre de 2015 resolvió en contra de aceptar a Kosovo como miembro al no recibir el respaldo de dos tercios del pleno, y no podrá someterse de nuevo a votación hasta dentro de dos años. El Gobierno español se congratuló a pesar de que su entrada no suponía el reconocimiento de Kosovo como país soberano por parte de Naciones Unidas. Su objetivo es la guerra diplomática para impedir la irreversible decisión de Catalunya de ser una nación soberana.

El pasado 5 de julio de 2016 el lehendakari, Iñigo Urkullu, se desplazó a la sede de Unesco donde con la directora general Bokova firmó un Memorandum de Entendimiento. En este documento se insiste con el asunto de la paz y convivencia, las víctimas, temas de otra índole y también algo, sin concretar, de promoción del patrimonio cultural, asombrosa e inédita preocupación.

En el mismo se dice que: «tiene por objeto fortalecer la colaboración entre la Unesco y el Gobierno Vasco en temas culturales, sociales, educativos, científicos y medioambientales. Este objeto y las acciones que de él se deriven se desarrollarán en un marco de colaboración y comunicación con las autoridades españolas, especialmente con la Comisión Nacional Española de Cooperación con la Unesco y la Delegación Permanente de España».

Esta Comisión en 2004 diluyó deliberadamente en el conjunto de las autonomías las singularidades culturales catalanas, vascas y gallegas con la misión de anular cualquier emancipación cultural que denote una idiosincrasia y deseo de estar representada en Unesco y también en otros organismos internacionales, como las federaciones deportivas.

El lehendakari evitó cualquier negociación para tener una representación propia en este organismo, lamentable actitud y oportunidad perdida. La propia directora Bokova debió quedar sorprendida por la precaria aspiración de quien ni siquiera aprovechó la ocasión para explicar el terrorismo cultural practicado por PP y PSOE, en forma de glotocidio o etnicidio lingüístico permanente. ¡Qué fracaso, qué pobreza, qué tristeza!

Es evidente que Urkullu reiteradamente desprecia cualquier iniciativa para que Euskal Herria pueda ejercer su derecho de afirmación nacional y autodeterminación. Si la sociedad no percibe o no quiere enterarse de este escandaloso abandono identitario de los dirigentes del PNV estamos condenados a seguir cautivos de la unidad de España como las provincias vascongadas.

Resulta imprescindible convencer al pueblo vasco, a sus instituciones más significativas, especialmente a las universidades que son las fábricas del futuro intelectual además del ámbito económico, cultural, artístico y deportivo. Y no hay más alternativa que lograr, inicialmente, una solución como el acuerdo entre Canadá y Quebec, la voluntad de Kosovo, el interés de Catalunya constituyendo un frente reivindicativo con Escocia y Flandes para lograr con una representación propia y directa, una proyección universal. No podemos quedarnos solo con el dominio (punto) .eus como exponente de nuestra idiosincrasia.

Otros países y otras culturas con mucho menos aparentan más. La diferencia cultural no niega la universalidad de la condición humana, al contrario, es la que lo hace posible. La cultura propia es la clave de la supervivencia de un pueblo. Ramón Labayen (1928-2013) exconsejero de Cultura así lo afirmaba: «La construcción nacional requiere sobre todo sólidas bases culturales». Es gravísimo el desgarro y desarraigo cultural de nuestro pueblo que incluso atrapa a la izquierda y a abertzales.

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