Juan Carlos Pérez Álvarez

UPN y la reforma laboral, un esperpento regional

Dicen que lo de UPN es la versión regionalista de lo que suele hacer el PNV. Pobres gentes, que no entendieron nada. Como de la noche al día, entre la labor del grupo vasco y la de UPN.

Siempre hay que tener razón, por encima de los hechos, por encima de la verdad, por encima de todo, ganar en la dialéctica lo que los datos desmienten. Ganar el relato cuando la realidad ya se perdió, pero la gente no parece ser consciente, o nadie se lo ha contado. Lo que la gente sabe o cree saber por encima de lo que realmente es. Antes de esta nueva reforma laboral estaba la de un tal M. Rajoy, un tipo salao, pero desconocido en el PP y en Génova. Hizo su reforma laboral, dicen, en 2012. Tan mala que han tardado tan sólo 10 años en revocarla, incluso cuando desde 2016 perdió la mayoría absoluta y desde 2018 perdió la Moncloa. Y estamos en 2022. Cuando se ponen en plan binario, o estas con la reforma de Yolanda Díaz, y, en definitiva, Pedro Sánchez, o con la de M. Rajoy. Rememoremos que aquella reforma del PP lo fue con los votos de CiU, UPN y Foro Asturias, además del PP, claro. Si, tenía mayoría absoluta, pero se le sumaron algunos. Y en contra estuvieron el PSOE, PNV, Izquierda Plural, ERC, UPyD, CC-NC y Geroa Bai. Es interesante el matiz del PNV y de Geroa Bai. Igual que cuando aquellos que firmaron el acuerdo de pura y simple derogación de la reforma de 2012, por el artículo de la cláusula derogatoria final, establecían que se retrotraían a la reforma del PSOE de Zapatero de 2010, que debió ser bien recibida, amada y sin contestación popular, sindical o partidista, dado que parecía que la izquierda de eHBildu, ERC o podemos apostaba por la sencilla derogación, en vez de superarla con una propuesta de legislación nueva, que incorporara, evidentemente, superar, tanto la de 2010 como la de 2012. Y se suponía que ese tendría que ser el fin último de una reforma del actual gobierno de las Españas.

Teniendo en cuenta los antecedentes la realidad se bosquejaba compleja y complicada, toda vez que el llamado bloque de la investidura no era ni de lejos una realidad, y en principio había que negociar. Pero más allá de una negociación entre empresarios representados por la CEOE y por los sindicatos UGT y CCOO (dicho sea de paso, no necesariamente los únicos ni siquiera mayoritarios en algunos territorios, como en el caso de ELA-STV o LAB en las cuatro hermanas forales de Euzkadi), está la realidad representativa de los diputados en el Congreso. Se ha pretendido sustraer de la democracia representativa el hecho de participar de la toma de decisiones, lo mismo que si la Conferencia Episcopal y los colegios de obediencia extranjera se reunieran y acordaran una política educativa para los centros de enseñanza privada, el gobierno dijera que vale, y el Congreso sólo pudiera decir “Mola” o “A freir puñetas”. No, esta no se aceptaría. En el caso del PNV, que se enfrentó a la reforma de 2012 de M. Rajoy, ha sido clarísimo en esta ocasión, como suele serlo. Por más que se diga que está muy próximo a los empresarios vascos (lo cual, dicho sea de paso, no es ningún problema, pues generan riqueza, y eso siempre es positivo), la cláusula de respeto a los convenios autonómicos era la clave. Para participar del principio europeo de la subsidiariedad, y porque hasta entrado el siglo XXI era una realidad normativa, que no se puede dejar al albur de las circunstancias. De la voluntad temporal, debe estar garantizado por letra escrita e impresa. Si bien es cierto que desde 2017 se han firmado dos convienios autonómicos, esto debe estar respaldado en la legislación. Y lo mismo que se le decía al PP que si era la misma reforma que la del PP de 2012, votaran a favor, si no cambiaba realmente la situación existente, nada cambiaba si se reflejaba negro sobre blanco en el papel de la nueva reforma, pero no se quiso aceptar, por lo que la postura del PNV, que negoció hasta la bocina, no pudo ser otra que la negativa.

Suele haber hipótesis, teorías e hipotecas de toda clase y condición, pero empecemos por la Unión del Pueblo Navarro, que regalaría 5 escaños a los inanes en Navarra Ciudadanos y PP, hasta el punto de que la vasca (que como tal se sintió apelada un par de veces) doña Ana Beltrán (sin tener que ser Beltraneja necesariamente) fue electa diputada por la comunidad de Madrid, y no por su territorio original. Estos cuates apostaron fuerte por el PP tras el flirteo de estatuto de neutralidad acordado con Zapatero por un Miguel Sanz amante de la teoría del quesito, para aislar a los nacionalistas vascos, cosa que se terminaría por romper a partir de 2015. A tope con la reforma laboral de 2012, y la cosa pintaba mal en 2022. El PP podía estar de acuerdo con el fondo, pero no con las formas, pero no tanto por ellas, sino por el qué dirán. La pugna por la hegemonía de la derecha parece abierta. Lo mismo que otrora Ciudadanos hizo el sorpaso encuestil al PP, igual que Podemos lo hizo sobre una tablilla con el PSOE, Vox aparece como el triunfante ganador con un PP que es ya tachado, en pasado, de haber sido ya convertido en una nueva y disgregada UCD. Todo habrá que verlo, a su debido tiempo. De mientras, parece que la lucha por la hegemonía cultural está del lado de Vox, impidiendo libertad de acción, por las andanadas de después, y por eso, el grupo popular no podía votar a favor, ni siquiera abstenerse. Pero siempre hay resortes. El gobierno, tacita a tacita, fue rellenando el vaso de los votos favorables. Con el PRC, con Teruel Existe, Compromis, Nueva Canarias, Coalición Canaria, los de Ciudadanos … y tal vez, lo mismo que el Si del PdeCat pudiera ser la aportación indirecta del PNV a favor de la reforma, el PP, con mucha mayor razón para pensarlo, a los acólitos de UPN, les sugirió un voto favorable, en consonancia con el posicionamiento de 2012. Y que ellos no podían practicar. Pero todo saltaría por los aires.

En paralelo a lo sucedido en Madrid se estaba dilucidando la votación de reprobación o no del alcalde de la capital del viejo Reyno, Iruñea / Pamplona, don Enrique Maya, el sucesor de Yolanda Barcina, y que se ganó sus alas de alcalde de nuevo porque el PSN así quiso que fuera, al no gozar de mayoría absoluta, pero ser el más votado. La alternativa seguía siendo posible en el consistorio, pero se prefirió devolverle el ropaje de primer edil. Y ahora se le buscaba reprobar, seguramente por muy buenas razones. Que seguramente no vienen al caso. Lo que si importa es que para vestir de ropaje justificante, se acordaría, tal vez a posteriori, que por un montante de 27 millones en inversiones, y un apoyo de UPN a la reforma laboral, el PSN abortaría y coagularía la posición de la oposición de poner en un brete al primer edil pamplonica. Hete aquí que llegó la fecha de autos, y por la mañana por la puerta lateral del hemiciclo empiezan a entrar sus señorías. La jornada anterior en Navarra el máximo órgano de dirección regionalista ha tomado la decisión de apoyar la reforma nueva, por unanimidad. Pero no es difícil verse en el papelón de Adanero y Sayas. Con sus buenos colegas y amiguis de la derecha de Vox, que tanto han aplaudido y jaleado, también en redes sociales, algunos de sus posicionamientos, como soldados en el frente del Norte, contra los malvados separatistas que chupan el nectar de la foralidad (tal y como la puede entender Abascal o Espinosa de los Monteros, que esa es otra, como las sentencias de 2014 que provocaron el manifiesto foral). Y se vieron entre la espada y la pared, siendo mucho más fácil la espantada, guapos y apoyados en Madrid, que seguir las directrices desde Pamplona. Con las convicciones bajo mínimos y amparados en la expresa prohibición del mandato imperativo por la constitución para el Congreso de los Diputados, desobedecieron la órden directa de la dirección regional de UPN, quien acabaría por exigirles la dimisión. Tormenta en un vaso de agua. No pasará a mayores, titular de hoy, olvido de mañana. Si fueran consecuentes, y no trileros de salón, sería gravedad que llevaría la sangre al río, pero entre el trifachito y la UPN, no hay que temer.

Resulta realmente sorprendente para cualquier espectador externo el esperpento que supone el hecho de que la palabra dada valga tan poco. Si UPN dijo que iba a decir que si a la reforma laboral, y hubiera hechos que lo justificasen, sería como cuando el PNV pone las líneas rojas, y si eso no se cumple, el resultado es negativo. Por principios, por programa, por compromiso con el electorado del que surge esa representación y por el programa electoral, que debe ser cumplido. Porque es un Partido, que es Nacionalista y es Vasco, y la defensa del convenio autonómico es algo que está incorporado, y lo sabían las partes desde el inicio. Es más, se postergó un breve lapso la firma, se puede decir, por parte del dirigente de CCOO, Unai Sordo, para intentar ser sensible a esta postura, cosa que no pudo ser. Geroa Bai, como el PNV, se opuso a la reforma de 2012, y de haber estado la señora Solana, hubiera vuelto a hacer lo mismo que entonces hizo la señora Barkos. Que no le quepa duda a nadie. Porque lo que es bueno para Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, lo es para Navarra. El fuero es mucho más importante que el huevo, donde se toman algunas decisiones. Y por eso exactamente si quien debe tomar la decisión en UPN toma una postura, esta debe ser acatada por sus diputados. Sin posibilidad de tomar decisiones por su cuenta, sean las que sean, porque de lo contrario, serían el subgrupo parlamentario Ubres Panchovilla Notaría para certificar la volatilidad volatinera de gentes llevados por el qué dirán y el quedarse en popularidad y los más queridos entre un determinado sector. Por exclusión. Eso si, eHBildu votaba en contra, y han coincidido en voto con ellos. Oskar Matute Díaz de Jalón y Mertxe Aizpurua coincidiendo el voto con Adanero y Sayas. Y dicen que lo hacen por coherencia porque el PSN depende de eHBildu en el Parlamento Foral. Todo demasiado enrevesado, cuando es más sencillo. Han desertado, y tratan de justificarlo, como la del Mariscal con la Francia de Vichy y su sumisión a la Alemania de Hitler. Allá con sus conciencias, pero han implosionado cara al público la confianza que pudiera haber en el llamado regionalismo navarro (que, por otra parte, aún no existe, en términos parlamentarios, lo mismo que Unidad Alavesa, escisión del PP en territorio alavés, usó lo de la foralidad como coartada, sin nunca llegar ni a practicarla, ni teorizar ni siquiera explicarla debajo del frontispicio, frente a los simples y meros mortales que entienden del pan, del vino y no de lo divino).

Pero no se vayan, que el esperpendo no ha finalizado. Cuando todo parecía perdido un díscolo dedo acusador, como aquél de Carlos Iturgaiz quien votara por sí y por su compañero ausente Jaime Mayor Oreja, un diputado del PP «se confundió» de botón y apostó por el Sí. Podría decirse que era el postrer intento del PP de sacar adelante la reforma que habían aceptado patronal y sindicatos, tras el sobresalto de los Adanero y Sayas, por seguir siendo considerados colegas y amiguis de los de Vox, cuestión de reputación amigo. Esto les manchaba algo más, pero algo había que hacer. Y sin embargo, luego la tinta del Calamar, debía fluir, cual especia Melange, para elevar la cuestión a un Tribunal Constitucional, para quien, para cuando lo pueda evaluar, ya no importará, posiblemente. Ruido, pocas nueces, y más apariencia, juego de espejos, que trasfondo y realidad. Partidismo y poca política real. Y dicen que lo de UPN es la versión regionalista de lo que suele hacer el PNV. Pobres gentes, que no entendieron nada. Como de la noche al día, entre la labor del grupo vasco y la de UPN. Una pena que tantos navarros decidan confiar en la llamada Unión del Pueblo Navarro y no en el Partido Nacionalista Vasco. Son libres, claro está, pero también deben ser conscientes para qué sirven sus votos, y tras la votación, ajustada a un sólo voto, el del díscolo y dicharachero diputado popular, el retrato no puede ser más certero, señores votantes, sacando sus propias conclusiones. Por si llega a pasar el cuarto de hora, intentan que se les olvide, y les vuelven a pedir el apoyo. Si, el señor Adanero y el señor Sayas, encabezando nuevamente el cartel de UPN. Se ponen coloraos un ratuco, si, pero se les pasará. Porque, en el fondo, ¿más gachas Don Camilo?

Search