Ibon Cabo Itoiz
Presidente del Comité Vasco de Fútbol Sala

«Vade retro» deportistas

Pecaditos que acumulados hacen muy difícil salir de esta crisis al deporte profesional sin rectificar nada del modelo actual

La reciente situación de emergencia sanitaria y estado de alarma que se vive en distintos lugares del mundo, nos ha llevado a obviar algunos debates que en torno al modelo deportivo se están produciendo. Ocultos por la ansiedad que muestran las instituciones en torno a resolver los problemas generados por la crisis en el deporte profesional, se están escapando algunas reflexiones donde se omiten algunos valores fundamentales ligados al deporte: la salud, la participación y el desarrollo de la ética a través del deporte.

Decía Hipócrates que «las enfermedades no nos llegan de la nada. Se desarrollan a partir de pequeños pecados diarios contra la naturaleza. Cuando se hayan acumulado suficientes pecados, las enfermedades aparecerán de repente». En los últimos tiempos, hemos escuchado distintos rifirrafes entre deportistas e instituciones, bien por cuestiones económicas o bien por declaración de necesidades de entrenamiento a la hora de afrontar competiciones. Todas ellos argumentadas en torno a la necesidad de retornar con público al trabajo y no a puerta cerrada. Todo por el bien común pero con argumentos más cercanos al deporte espectáculo que a la mejora social.

Tras asumir los medios de comunicación las demandas de este tipo, poco después ha comenzado el trabajo en torno a la rehabilitación social de la figura del deportista en función de su participación en el voluntariado. Seguidamente ha comenzado la crítica del público a las instituciones. El olvido de esos «pequeños problemas» que asolan el deporte de élite se ha omitido en el debate. Pecaditos que acumulados hacen muy difícil salir de esta crisis al deporte profesional sin rectificar nada del modelo actual. La televisión por ejemplo se ha cargado el deporte amateur. Los campos y las canchas están vacías mientras todas y todos viven de un tercero sin interés real por el deporte más allá de su capacidad para generar ingresos. Así la ética en el deporte oscila a la misma velocidad que la opinión pública: de aquí par allá en función de la caja. Así nos encontramos con clubes donde sus entrenadores de alevines son profesionales o competiciones donde se amplían viajes y territorios en función de los ingresos televisivos. Así, como decía el proverbio, «la avaricia es el vicio de años de decadencia». Y mientras el deporte de participación a la espera de lo que se decida por interlocutores ajenos al mismo.

El deporte es salud y participación. Deporte para todos, igualdad en el deporte, deporte en diversidad, actividad física en el medio natural, deporte en educación… sin duda frases ligadas a valores, ética y moral pero también al impulso de las instituciones en este sentido. Por sí mismo el deporte profesional es espectáculo y diversión a raudales. Todo ello con indecentes dosis de billeteras abiertas al viento y a las personas circundantes. Lo demás son interpretaciones políticas y personales de aquellos-as que participan y se miran en el espejo a través de estos deportistas. El deporte profesional o al menos sus gestores, están lejos de pensar como ellos, pero aún así no dejan de mirarse en ese espejo que tanto brilla, que tanto les atrae. Aquel que hace que la admiración crezca y que llena las calles, los campos y las instalaciones deportivas emulando a sus héroes televisivos. Hace poco hemos descubierto que sin estos no hay juego, que sin ellos y ellas el show no puede continuar. Los deportistas decían que sin público no pueden sobrevivir. Mandaron parar. Sin participación no hay devoción, igual que sin espejos en los que mirarse no hay deporte de masas.

Pero además en una crisis de emergencia sanitaria, la salud ha salido a relucir como elemento principal. Consignas diarias para mantener la actividad que antes hacíamos en la calle. Canales de youtube, informativos, grupos de whatsapp… todos los medios son pocos para que no nos abandonemos al sedentarismo y sigamos activos. Ya nadie duda de que el deporte es salud. Igual que la sanidad, el concepto de deporte saldrá moralmente y éticamente fortalecido de esta crisis.

Así pues mientras la sociedad se muestra unánime en torno a que el deporte es ética, participación y salud, el elenco mediático sigue debatiendo en torno a los problemas que genera la suspensión de las competiciones profesionales. Cuando los deportistas dan un paso al frente apoyando a las personas en su día a día, a los trabajadores de las instituciones o a a determinados valores sociales como la campaña «guk ere bai», aquí nacen los problemas. Desde determinados lugares se les responde con un «eso ya lo gestionamos nosotras y nosotros», con un «vade retro satana». Cuando la respuesta es arriesgada o polémica se les aparta. También minusvalorando su aportación por el hecho de ser personas cuantiosamente remuneradas.

Así pues a los deportistas de élite se les quiere y se les necesita para la fotografía cuando el interés esta sujeto al normal desarrollo de una competición mercantilizada. Los pecaditos de no llegar a fin de mes el club o fijar todo en función de los méritos deportivos alcanzados no tiene que ver con la gestión de sus directivos o de sus altos empleados sino con los sueldos desmesurados que ganan. La falta de autocrítica en estos círculos brilla por su ausencia. A pesar de esto, estos «altos gestores», estaban incluso dispuestos a terminar las competiciones en contra de los criterios de los deportistas, no por asegurar la salud del público sino porque lo importante era poder continuar con el modelo de los grandes eventos, las casas de apuestas y las televisiones.

Pues bien, si el deporte aprovecha para reflexionar y reorientarse hacia sus valores originales, podrá darse cuenta que si bien las arcas están llenas, los campos de los barrios y pueblos siguen vacíos. Además hacer deporte en un polideportivo es caro pues se intentó convertir esto en un negocio privado en vez de fomentar su acceso. Por último, la ética dista mucho de estar verdaderamente implementada en los modelos de desarrollo no profesional donde priman las competiciones y las escalas entre ellas antes que la participación o la salud. Es preferible jugar en Gijón que en Tolosa porque vende más, a pesar de que apenas tenga sentido. El modelo ha estallado por una crisis de salud pero hacia tiempo que mostraba síntomas de agotamiento. Toca transformas las leyes, las normas y las propias competiciones para asegurarnos que el monopolio de la razón no vuelva a ser superado por el mercado de la vergüenza. Así pues deportistas, dad un paso al frente y no os dejéis amedrentar por los intereses. Al final del todo, cuando venga una nueva crisis, siempre se acordaran de vosotras y de vosotros.

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