Venezuela 70: un baño de realidad
Después de una prolongada e intensa campaña electoral, los resultados de la consulta democrática en la República Bolivariana de Venezuela arrojan unos resultados que dibujan un escenario de continuidad en el proceso de transformaciones iniciado hace 14 años por el Presidente Hugo Chaves: 8’1 millones de votos a favor de la reelección del actual mandatario, sobre 6’5 millones de su oponente Henrique Capriles, con un diferencial de votos de un 11%, en el marco de una elección con un registro de participación histórico, el 80% del electorado. Son el trazo grueso de unos resultados que, como toda consulta electoral, están sujetos a necesarios matices.
LA OPOSICIÓN. Del lado opositor sorprende aparentemente la forma «dramática» con que fueron recibidos los resultados proclamados por el CNE, árbitro indiscutible y homologado internacionalmente de la contienda electoral. El diferencial de votos a favor de Hugo Chaves no dejaba margen a la especulación acerca de un supuesto «fraude» orquestado desde el poder. Los resultados cayeron como un auténtico manantial de agua fría: un baño de realidad. Los llantos y las escenas de duelo la noche del 7O en el electorado de Capriles acreditan lo descabellado que para ese sector suponía la hipótesis de una derrota.
Parapetados y «blindados» en su burbuja social y mediática, retroalimentaban su expectativa de que «esta vez sí, Chavez sale». Sin alcanzar plenamente la categoría de «gueto» (para el núcleo duro opositor, si), su desenvolver social se caracteriza por su escasa o nula interacción social, cuidándose de traspasar (atenazados por un irreprimible «síndrome alérgico») más allá de las fronteras urbanísticas y territorios de lo que denominan el «chavismo». Su visión del conjunto de la realidad social venezolana está lastrada por esta autolimitación.
La burbuja mediática hace el resto en esta construcción de una perspectiva autoreferencial, en la que no tiene cabida ninguna valoración positiva hacia decisiones o realizaciones del proceso bolivariano. En este caso no estamos considerando un poder mediático cualquiera: el 80% de los medios impresos y audiovisuales son privados y ofrecen un sesgo, en mayor o menor medida, escorado a favor de la oposición.
Igualmente el control privado sobre las cadenas por cable y salas de cine ponen el ´condimento cultural a una escala de valores consumistas, competitivos y de «acción», alejados de cualquier dimensión crÍtica sobre la sociedad capitalista. Los monopolios mediáticos internacionales, constantemente replicados por los venezolanos, refuerzan esta línea informativa y le dan carta de «naturalidad». Considerando parcialmente estos elementos puede entenderse (sobre la base de su dialéctica del «todo o nada») que en los primeros instantes de la valoración sobre los resultados, en el electorado opositor prevalecieran los sentimientos de frustración y pesar, sin considerar el lado «positivo»que exhibe un crecimiento en 2 millones de votos hasta alcanzar su actual techo electoral por encima de los 6 millones.
En efecto, del incremento del censo con derecho a voto en alrededor de 3 millones de electores en relación a las elecciones presidenciales del 2006 y de la disminución de la abstención, la oposición recoge una parte sustancial de estos nuevos votantes. «Sorprende» este incremento si tomamos en consideración diferentes factores que han gravitado a lo largo de la campaña electoral.
El maquillaje de Henrique Capriles «vistiéndose» de centro-izquierda con disposición a mantener, eso sÍ, a «su manera» los programas sociales en curso, no resultaba muy creíble para nadie medianamente informado acerca de su pasado y de sus apoyos y alianzas internas e internacionales. Neoliberalismo disfrazado era y es su propuesta.
La existencia de un programa («el paquetazo») rubricado por él mismo y otras formaciones políticas de la MUD (la coalición opositora), es un detalle en cierto modo irrelevante tomando en consideración la práctica política habitual del neoliberalismo: llegar al poder y hacer justo lo contrario de la oferta programática electoral, en virtud de «la situación heredada» (en Europa esta música suena conocida).
La retirada del apoyo a su candidatura por varias personalidades y formaciones políticas de la MUD en base a la existencia del «programa oculto», la difusión de un vÍdeo donde aparece el representante de Capriles en el CNE recibiendo dinero de un empresario en apoyo a su campaña, no parecen haber hecho excesiva mella en su electorado potencial. Cabe pues considerar otras claves para entender esta ampliación de votantes opositores.
En los últimos años, la economía venezolana se ha desarrollado «a contracorriente» de la tendencia recesiva que domina en las economías del mundo capitalista, aspecto este que comparte con otras economías del continente latinoamericano. El crecimiento del PIB a una media anual del 4%, acompañado de los programas sociales (sanidad, educación, vivienda, pensiones, aumentos del salario mínimo…) tendentes a distribuir la riqueza generada por las rentas petroleras fundamentalmente, ha elevado considerablemente la capacidad adquisitiva de la población. El consumo se dispara hasta niveles nunca vistos en este país y con ello los ingresos en una economía que en un 70% está controlada por el capital privado, principalmente orientado hacia la actividad comercializadora de productos importados.
Este último periodo consolida el fenómeno de resurgimiento de las «clases medias» (casi en extinción en la década final de la IV República), asentada sobre todo en los núcleos urbanos. Se nutre de pequeños y medianos empresarios, profesionales (titulados universitarios), autónomos, funcionarios de grado medio y alto. Su tipología no difiere sustancialmente de la de cualquier otro país capitalista. Sin embargo, llama la atención en esta clase media venezolana (sino en toda, sí en una parte sustancial) la ausencia de memoria histórica socio política. Solo así se entiende, desde la amnesia colectiva de este sector social, que el molde identitario social lo suministre de nuevo el patrón y el cuadro de valores de la clase media «cuarto-republicana» que a su vez se nutrían de los ingredientes mas cursis, discriminatorios, prepotentes y elitistas de la oligarquía criolla, hasta conformar en la época «dorada» (1975-1983) la especie de los “«ta’barato» miameros (con vuelos chárter a Miami organizados cada fin de semana, como quien se va a cualquier lugar de la costa venezolana).
Se trata de aquella «clase media» que miraba para otro lado cuando las desigualdades sociales eran evidentes en cada esquina. Que tardó lo suyo en darse cuenta que su enemigo político y de clase, el que estaba arruinándola, eran los mismos de la alternancia política (AD-COPEI) que les vendieron el sueño del dólar barato, preludio de los recortes neoliberales de finales de siglo pasado. Convenientemente actualizada por los ingredientes básicos propios de la «modernidad» (redes sociales, nuevas tecnologías), la estructura identitaria elemental de un amplio sector de este estrato social permanece invariable.
Llegamos así a uno de los fenómenos más paradójicos, a primera vista, que desencadena el proceso de transformaciones bolivariano presidido por Hugo Chaves: su ruptura con las políticas económicas neoliberales y la adopción de otra política económica que siente las bases hacia una transición socialista, constituyen justamente la clave del crecimiento económico experimentado en los últimos años.
Y estas políticas económicas y de distribución más justa de la riqueza son el soporte de la consolidación de los estratos medios de la escala social. En ausencia de una hegemonía cultural-ideológica alternativa al modelo capitalista (que no es estrictamente asimilable a disponer del poder político), el crecimiento económico y la mejora de las condiciones de vida, generan el efecto «natural» de demandar «más de lo mismo». Esto es, mejora de la calidad de vida entendida unilateral y acríticamente en términos de poder adquisitivo, sin atender a cualquier otro criterio de prioridades de desarrollo social o transformaciones hacia otro modelo de desarrollo más equilibrado y sostenible.
Sin llegar al punto límite que lo acercaría a «morir de éxito», el proceso bolivariano ha alumbrado en su interior una masa social crítica, especialmente influyente, que no se reconoce en los objetivos y en las formas de las transformaciones en curso. Ni mucho menos deudora de este proceso. Sobre este sector se articula la base social opositora, nucleada en torno a sus valores e identidades ideológicas, a la que se suman una parte importante de jóvenes «urbanos» como nuevos votantes (desconocedores de las realidades sociales de la IV República) y una fracción nada desdeñable de sectores populares, «seducidos» por el modelo a imitar del poder de clase.
En este terreno abonado, el discurso electoral de Capriles se encontró con una gran receptividad. En la más estricta tradición electoralista: apuntando objetivos, metas y proyectos, sin dar a conocer el «como». Eso formaba parte de la agenda oculta. Obviando pronunciarse sobre cuestiones fundamentales de índole económica: el proyecto de «independizar» el BCV, la privatización de PDVSA, la liberalización del cambio de divisas (antesala de la fuga de capitales)…Centrando su discurso, moldeado con un barniz «progresista», en cuestiones relativas a la gestión de recursos, el tema «estrella» (la inseguridad, un eje compartido por las clases medias de…Brasil, Argentina, Mexico..USA) y un tema-gancho infalible para esa audiencia: ¡No regalar más petróleo! (???).
Llama poderosamente la atención que con semejante bagaje político «programático» Capriles haya capturado la adhesión de 6 millones y medio de votos, nutriéndose de una base social que habría firmado su harakiri (el suicidio colectivo de su status) de haber triunfado sus tesis. Por su perfil económico-social, estos sectores son los que nutren en Europa y en el mundo capitalista las protestas indignadas contra las políticas neoliberales de «austeridad», sobre las que el excandidato Capriles «hábilmente» pasó de puntillas y no se pronunció.
Supuestamente bien «informadas», estas clases medias no se reconocen en los avatares de sus homologas del mundo capitalista occidental, consecuencia de las políticas del FMI, BCE, BM, ALCA, etc…con quiénes Capriles pretendía recomponer las relaciones. Da que pensar si la solución a esta cortedad de miras descansa en un simple cambio de óptica (despojarse de anteojeras), o del diván del psicoanalista. Existen evidentemente otras claves de interpretación complementarias a este fenómeno.
EL TRIUNFO. La elección presidencial del 7 de Octubre en la República Bolivariana de Venezuela presentaba además un ingrediente desconocido en las consultas al uso en el mundo capitalista, donde la alternancia política descansa básicamente en las variantes de un modelo consolidado. Se trataba de elegir en este caso, encarnado por los candidatos presidenciales, entre la continuidad y la profundización del proceso bolivariano representado por Hugo Chaves o el cambio-«camino} (marcha atrás) hacia un modelo de corte neoliberal que proyecta Henrique Capriles. La forma de plebiscito-referendum, más allá de las personalidades de cada candidato, estaba abiertamente contenida en las propuestas de cada candidato, explícitamente al menos en el caso de Hugo Chaves.
Su programa de profundización hacia el Socialismo recogida en la propuesta (2013-2019) incorpora numerosos ingredientes contenidos en la tentativa de Reforma constitucional que fue derrotada por un 1% en el 2007. La fórmula Capriles con su indefinición calculada, sin explicitar su modelo, llevaba consigo un freno y corte con el proceso actual. Considerando el escenario mundial presente de globalización capitalista, es obvio que esta indefinición apunta hacia una inserción plena en las políticas neoliberales. Sus apoyos internacionales así lo acreditan. Desde esta perspectiva, la meritoria victoria de Hugo Chaves tras 14 años en la presidencia adquiere una significación especial. Conservar un margen de 11 puntos sobre su oponente, soportando el desgaste lógico del ejercicio del poder, tras 15 consultas electorales, librando una batalla contra la «demonización» mediática internacional, poniendo en juego la salud personal, haciendo frente en este periodo a adversidades naturales (inundaciones, sequías), intento de golpe de estado (2002), acoso de las potencias imperiales, liderando una nueva configuración de América Latina…da idea de su talla de estadista. Pero a la vez denota la existencia de una voluntad popular mayoritaria consolidada, proyectada en su figura, que desea proseguir el ciclo iniciado en 1998.
Los principales indicadores sociales en capítulos como alfabetización, reducción de las desigualdades, reducción de la pobreza, sanidad, política de viviendas, matriculaciones universitarias, empleo, atención a la tercera edad..etc. presentan un cuadro envidiable, no solo para el continente americano, sino también para el resto del mundo. «Un mal ejemplo» que sentenciaba el Comandante para explicar a una periodista el porqué del acoso de las potencias imperiales. A todo ello se suma la mejora de los indicadores económicos convencionales apuntada antes. Este conjunto de logros no se explica exclusivamente por «las rentas petroleras y los elevados precios» de este insumo (aspecto este que depende también de la política de producción y precios que aplica la OPEP, donde La Republica Bolivariana tiene un peso notable). La diversificación de las alianzas y los acuerdos comerciales internacionales, rompiendo con la dependencia del Norte, junto con una política económica interior alejada de los patrones neoliberales dominantes, ofrecen las claves del «haber» positivo de las transformaciones en curso.
Finalmente, la puesta en marcha de una nueva arquitectura de poder político (comunas, consejos comunales) hacia un poder popular pleno, abre la vía hacia unas formas de democracia participativa justo en el periodo en el que las democracias occidentales están siendo secuestradas por los poderes fácticos financiero-capitalistas. Todos estos factores han contado en la proyección internacional de la «batalla» del 7 de Octubre. En el mes de Agosto de 2012, mientras el Presidente Hugo Chaves inauguraba en una céntrica plaza de Caracas un macro-centro Bicentenario, donde la población puede adquirir productos (alimentos, higiene y consumo en general) a unos precios del 30 a 40% más baratos que en el mercado privado, un grupo de jornaleros andaluces (en el estado español) encabezados por el Diputado Sánchez Gordillo emprendía una acción simbólica «asaltando» un hipermercado llevándose varios carros con comida. Era una forma de llamar la atención hacia una realidad aterradora de carencias que sufren las poblaciones del sur de Europa. Una imagen gráfica ejemplar que refleja el abismo que separa las directrices socio-económicas de un lado y otro del Atlántico, esto es del neo-liberalismo a las políticas sociales. Sin embargo, una parte importante del pueblo venezolano o no se entera de estos acontecimientos, o no hace una lectura correcta de los mismos.
Los resultados de la jornada electoral del 7 de Octubre son indudablemente satisfactorios para el proceso. En cualquier democracia occidental con un margen de ventaja del 10% y una abstención del 19%, validarían una elección presidencial e incluso vía referéndum transformaciones de profundo calado. En este caso la letra pequeña de los resultados, apunta a tomar en consideración diferentes aspectos. Nos adentramos también aquí en un baño de realidad. La sensación de alegría inicial por el triunfo de la reelección de Hugo Chaves llevaba incorporada también un ingrediente inocultable de «alivio».
En una doble dirección: alivio por el triunfo y por la existencia de una brecha significativa de ventaja sobre Capriles, sin dar pié a la euforia. Diferencia que cerraba el paso a cualquier conjetura sobre el supuesto «fraude», como así ha sido reconocido por la propia MUD y su candidato. Simultáneamente en cambio, los mismos resultados revelan aspectos inquietantes que deben ser tomados en consideración: situando como referencia la última consulta electoral homologable a este 7 de Octubre, las elecciones presidenciales de 2006, el apoyo a Hugo Chaves ha aumentado en un 10% (750.000 votos), en tanto que a la oposición se ha dado en un 50% (2.100.000 votos).
El diferencial de apoyo entre uno y otro candidato (el anterior opositor era Manuel Rosales) ha pasado del 19% de 2006 a favor de Hugo Chaves, al 11% actual. Desde una visión electoralista tradicional-burguesa e interesada, bastaría con situar la mirada en la «parte llena de la botella» o la «parte vacía», según convenga para sustentar ciertas tesis. Desde una óptica revolucionaria que apueste por la continuidad de un proceso de transformaciones socialistas, se impone una reflexión en conjunto sobre esta configuración de la relación «electoral» de fuerzas.
El crecimiento del voto opositor no obedece en exclusiva a la capacidad de persuasión de su candidato, la MUD y la presión mediática. Esta última ofrece claves de interpretación colectiva que llevan a su terreno radicalmente antagonista los límites y las carencias del proceso bolivariano. Pero esos límites y carencias existen y deben ser abordados: el propio Hugo Chaves asumió en campaña electoral de forma autocrítica muchas de estas limitaciones que deben ser estimadas y corregidas, en el marco de las transformaciones y la profundización socialista refrendada este 7 de Octubre. La gestión de servicios básicos: suministros de electricidad, agua, redes viales en buen estado, transporte de pasajeros, telecomunicaciones, aseo-basuras y obviamente el problema de la inseguridad (dejando a un lado para este apartado la estéril y simplificadora óptica de la «mano dura» policial). Los proyectos iniciados y no culminados, dejados a medio camino, los proyectos «engavetados» (archivados) sin más explicación.
El anuncio por Hugo Chaves de la creación de un Ministerio que incida en el control de estos proyectos, abunda en esta dirección, supuestamente como instancia receptora de la demanda de atención y seguimiento de los mismos. Y junto a estas cuestiones, aquellas que ponen el acento en tendencias que socavan la identidad, la coherencia y la autenticidad de un proyecto camino al Socialismo del Siglo XXI. Constituyen el mantra en las redes sociales bolivarianas con apuntes críticos, unas veces documentados y acreditados y otras como un atributo más o menos generalizado: corrupción, burocratismo, arrogancia, desidia en el ejercicio de responsabilidades, dedocracia, boliburguesía, «quinta-columnismo»…Son conceptos y epítetos que no se deberían utilizar de forma generalizada y en su particularidad, estudiados, acreditados y desterrados. En cualquier caso, el mejor antídoto frente a estas tendencias que desacreditan el proceso reside en la reactivación de los movimientos sociales y de los órganos de poder popular, fórmula por otra parte contemplada en el Programa 2013-2019 de Hugo Chaves. Reactivación puesto que estos colectivos no se encuentran precisamente en su mejor momento.
En efecto, el periodo 2003-2006 reflejó un punto álgido en la politización y la activación social, como consecuencia de la reacción popular frente a los intentos golpistas y saboteadores del proceso y la convivencia social. El abismo al que conducía la línea de actuación opositora desencadenó una reacción de protagonismo popular que se prolongó en el tiempo, más allá de la reacción inmediata, bajo formas que extendieron la auto-organización y la participación política.
El reflejo de esta coyuntura fue el amplio triunfo de Hugo Chaves en la elección presidencial de 2016 (62’84% frente al 36’90 de Manuel Rosales). Con posterioridad y tras la derrota por la mínima (1%) de la Reforma Constitucional en 2007 se asiste en los últimos años a un languidecer de los colectivos populares, coincidiendo con el repunte de los indicadores de la economía venezolana señalado antes. Es como si el fenómeno derivado del crecimiento económico en forma de aumento del consumo-bienestar, provocara un efecto relajador de uno de los resortes fundamentales de la Revolución Bolivariana, coadyuvado con el despliegue de tendencias bloqueadoras-burocráticas.
En cualquier caso, en la nueva etapa que se abre tras el 7 de Octubre en la República Bolivariana, el reimpulso de los resortes que activen el protagonismo y la participación popular se convierte en uno de los objetivos prioritarios. A este objetivo se añade la necesidad de establecer cauces y formas de comunicación que rompan con el autismo y el ensimismamiento de las clases medias venezolanas. Disuadirles de fantasmas globo creados y de virus mediáticos que alimentan el rechazo visceral e irracional hacia un proyecto de construcción socialista participativa que mejora su calidad de vida y la del conjunto de la población venezolana. Comenzando por acercarles la mirada a sus homólogos de Europa y usamericanos, para que asimilen que el socialismo no es una alternativa socio-económica que se adopta por capricho o imposición ideológica: es la alternativa histórica y de futuro del 99% de la población mundial frente al 1% neoliberal-depredador que reduce la escala social a dos categorías simples, los ricos-ricos y los pobres. Su clase media para ellos es ya historia. De otro modo también pone de manifiesto la necesidad de acceder a ese sector de «jóvenes urbanos», contrarios, alejados o simplemente reacios a incorporarse a un proceso que debe contar de forma especial con su implicación.
Para ellos, el espejo de los jóvenes de otras latitudes luchando y movilizándose por una enseñanza gratuita, resulta particularmente aleccionador. Esa posibilidad la ofrece ya la Revolución Bolivariana en Venezuela. Una oferta que debe complementarse con una red de centros culturales y de ocio alternativo, estableciendo cauces propios de expresión y de interacción con el tejido social.
Todas estas consideraciones con la mirada puesta en esos 6’5 millones de votos opositores que «no son oligarcas» como justamente han puesto de relieve varios analistas. Con la mirada también fijada en el 16 de Diciembre y el 14 de Abril, fechas de las elecciones a Gobernadores/as y municipales. En cierto modo una «segunda vuelta» de la recién librada exitosamente Batalla de Carabobo. Su importancia no es la misma pero tampoco es menor, considerando la necesidad de una articulación política y de poderes coherentes con el programa aprobado el 7 O y de un entramado institucional que reme en la misma dirección.
La victoria alcanzada por Hugo Chaves con el apoyo del Gran Polo Patriótico en 20 de los 22 estados (con diferentes márgenes, apretados y amplios) ofrece la expectativa de una base de partida favorable. Pero tampoco da pie para un exceso de confianza. La naturaleza de estas elecciones es diferente, el apoyo del Presidente cuenta indudablemente pero su figura no está en juego, lo cual previsiblemente resta implicación para ciertos sectores. Se trata a su vez de un terreno de batalla, el de la «gestión», al que la oposición ha situado de manera oportunista en un eje central de las pasadas elecciones. Preservar la unidad del GPP en torno a candidaturas únicas se presenta necesario para asegurarse la victoria pero complicado si se hace hincapié como aspecto central en la persona que lo encabeza. De lo que se trataría en cambio es de establecer un Programa de Gobierno regional en clara sintonía con el Programa 2013-2019 aprobado, en el que se implique el mayor número de agentes sociales y políticos, abierto a la participación popular y a sus demandas.
Se invierten las prioridades: los fundamental es el acuerdo sobre un programa y su desarrollo a la largo del periodo de gestión, bajo control y supervisión popular además de los agentes implicados en su elaboración. Sobre esta base lo deseable sería el apoyo del conjunto de las fuerzas bolivarianas y revolucionarias. Un criterio similar seria ampliable a la cita del 14 de Abril, en buena parte de los municipios importantes al menos. La batalla no se ha cerrado con la victoria del 7 de Octubre. Un avance significativo de la oposición en los emplazamientos venideros, socavaría los pilares del proceso que se abre tras el 7 O.
La relación de fuerzas establecida invita a un prudente optimismo en la tarea de avanzar en las transformaciones socialistas marcadas en los 5 ejes programáticos 2013-2016, pero su alcance y su profundidad dependerán de la consolidación y mejora de estas posiciones. Avanzar en el cumplimiento del programa trazado implica tratar de ganar el más amplio consenso social posible, hasta alcanzar el «punto de no retorno» en dirección al Socialismo, como manifestación de una hegemonía cultural, social y política democrática y revolucionaria. Es posible. La mirada y el aliento de muchos pueblos nos acompaña.