Víctimas y dolor
Desde el punto de vista de la Criminología, y de la lógica, afirmar que la existencia de un conflicto de naturaleza política, el cual a su vez lleva consigo acciones armadas bidireccionales, genera víctimas en las partes enfrentadas es un hecho tan evidente como objetivo.
Cuando realizo esta afirmación intento empatizar, quitarme de encima prejuicios, experiencias cercanas, padecimientos tan sentidos como humanos y mi mente, una u otra vez, visualiza los apellidos de Lasa, Zabala, Villa… existen más, y pienso que los tres conforman un punto de encuentro de distintas emociones sobre las cuales, debemos empezar a construir un relato que nos ayude a comprender un dolor del cual somos prisioneros desde hace demasiado tiempo.
Hasier Arraiz ha hablado claro y de forma valiente sobre víctimas de ETA, ha abierto una caja la cual todos sabíamos que, tarde o temprano, tenía que ser abierta. Esto no implica renegar de un pasado en el cual muchos dieron todo lo que tenían y más por defender un derecho natural, tampoco supone valorar principios ideológicos, ni juzgar las actuaciones de nadie reinventando la moralina. Casi sin darse cuenta, ha desbloqueado una puerta que ni Madrid ni París quieren abrir, es algo que nunca les ha ido. Esa puerta se llama justicia social y es primordial para tratar el conjunto de afectaciones psicológicas y sociológicas asociadas a la diversidad de victimizaciones resultantes del conflicto.
De forma paralela al discurso de Hasier nos encontramos con otro paradójico, a la par que kafkiano: el ofrecido por Lakua y Moncloa con respecto a las víctimas de ETA. La mano que mecía la cuna del GAL y los creadores del suelo ético navegan, presuntamente, en un mar de doble moral que distorsiona la realidad. La premisa de partida es muy simple: desde hace más de dos décadas ambos han hecho una lectura ciega y han ejercido una aplicación parcial de los Principios de Justicia relativos a las Víctimas del delito y Abuso de Poder de Naciones Unidas. Esto también ha sido extrapolado a víctimas de violencia machista y doméstica, cuya correcta atención deja mucho que desear en muchos juzgados.
Así nos encontramos que por una parte el Estado español no ha desarrollado una red estatal de victimo-asistencia amplia y efectiva. En la misma se podrían haber cubierto de forma terapéutica las necesidades emocionales, sociales, psicológicas y afectivas de absolutamente todas las personas afectadas de forma directa o indirecta por distintas violencias. En otro sentido tanto Madrid, París y Gasteiz (en menor medida, hay que ser honestos) han favorecido, en primer lugar, la consolidación de distintos tipos de víctimas descritas hace mucho tiempo por la Victimología: desde las merecedoras y las invisibles hasta las «socialmente legitimadas». Había que justificar, de alguna manera, la guerra sucia con la inestimable colaboración de los medios de comunicación al servicio del poder.
En segundo lugar nos encontramos con una grave disfunción que ha modulado al alza el conjunto de afectaciones de las víctimas que dicen defender, me refiero a la victimización secundaria. Me explico. Este fenómeno consiste en una amplificación e incremento notable del conjunto de afectaciones psicosociales resultantes de la victimización primaria, es decir, la producida por un hecho directo como puede ser un atentado o haber sufrido tortura. Esta se genera cuando la víctima entra en contacto con las instancias de control social formal (policía, juzgados, organismos gubernamentales) y con alguna de naturaleza informal (medios de comunicación, de manera especial). Así, en el proceso de la victimización, nos encontramos con una cuota de responsabilidad asociada al responsable en primera instancia del hecho traumático.
Existe una segunda instancia multiplicadora del dolor la cual es modulada por la instrumentalización y pésima atención de las personas afectadas. Desde González a Rajoy se pensó que todo se iba a solucionar con ayudas económicas, nada más lejos de la realidad, obviando los criterios profesionales de atención recomendados por Naciones Unidas y de obligado cumplimiento. El dolor legítimo de las víctimas ha sido utilizado con premeditación y alevosía para hacer política, y de forma consciente en numerosas ocasiones, e inconsciente en otras se ha favorecido la cronificación del sufrimiento, todo por un puñado de votos. Esa responsabilidad tendrá que asumirla el Estado español y elementos asociados, el mismo y los mismos que incrementan los efectos de la prisionización de los presos políticos con enfermedades graves, los cuales hacen una lectura ciega de su legislación penitenciaria. Al César lo que es del César.
Volvamos al principio y a lo relatado por Arraiz. Creo que todos los que vivimos y sentimos Euskal Herria tenemos diferentes caminos y recorridos que convergen en un sentimiento muy profundo que nos hace daño: somos vulnerables. En mi familia se conoce de primera mano la tortura, el encarcelamiento y el aislamiento, la crueldad de la dispersión; esto ocurre en muchas casas, barrios y ciudades. Vuelvo a visualizar a Joxi y Joxean, tan queridos y añorados en nuestros corazones, y pienso en una situación que me podría suceder algún día en cualquier calle de cualquier pueblo. Si me encontrara de frente con Rodríguez Galindo probablemente le escupiría, mentiría si no lo dijera. Si me encontrase cara a cara con Irene Villa, no le pediría perdón, no estamos obligados a hacerlo, los paradigmas religiosos pervierten la moralidad. Sin embargo le regalaría una sonrisa, incluso una caricia, un apego… un afecto, y no tendría ningún problema es compartir con ella un café. Tenemos que aprender a diferenciar, de la mano de la inteligencia emocional, situaciones y contextos que forman parte de nuestra memoria reciente para construir el futuro que soñamos y ansiamos.
Mientras los de siempre verbalizan la venganza, la represión y el odio como discurso, creo que nosotros debemos articular un lenguaje llamado humanidad. Es una reflexión a la cual invito. La sensibilidad forma parte de la revolución, nunca me cansaré de decirlo, y es algo que nos hace diferentes a los que siempre nos han oprimido como pueblo.