Oskar Fernandez Garcia
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

Violenta, aborrecible e injustificable actuación de la Ertzaintza

¿En los contenidos curriculares para la formación óptima de los y las diferentes agentes policiales no existen contenidos de resolución de conflictos a través del diálogo, de la información, del uso de la palabra, como herramienta e instrumento de comunicación con la ciudadanía?

El pasado domingo 29 de marzo, en una de las calles del barrio de San Francisco en Bilbao, en una tarde gris, sumida en el silencio y en la quietud extraña que producen las vías urbanas sin tráfico y sin transeúntes, se desató un acontecimiento que las personas que lo presenciaron en directo, desde las ventanas de sus casas, y las que lo hayan podido ver, a través de las diferentes redes sociales, no lo podrán olvidar tan fácilmente.

Sin lugar a dudas aquellas impactantes, tristes, violentas y deplorables imágenes habrán quedado firmemente adheridas en sus retinas y tardarán, seguramente, mucho tiempo, en desvanecerse.

La vespertina calma y tranquilidad que discurría por la calle se truncó brutalmente por la intervención de una patrulla de la Ertzaintza al inquirir a un joven hombre que transitaba por la acera el motivo o la razón por la que se encontraba en la calle. Tras una discusión entre el ciudadano y uno de los dos agentes. El joven fue golpeado con una porra, esposado y detenido, sin que opusiese ni la más mínima resistencia a la actuación de los dos agentes. Esta actitud tan sumisa llamaba la atención ante el enfado que muy pocos segundos antes había manifestado recriminando al policía que, sin miramiento de ningún tipo, le golpeó.

En el mismo momento que concluía su inmovilización y detención, mediante la puesta de las esposas, apareció por la misma acera, y por la parte izquierda de los dos policías, una mujer visiblemente angustiada, repitiendo reiteradamente que era su hijo, que estaba «loco», que era un «enfermo». Se aferro a él demandando y clamando que la llevasen detenida a ella también.

Ambos policías no le hicieron ni el más mínimo caso ni mostraron el más mínimo interés en averiguar, conocer o saber el estado mental del detenido. El mismo agente que había golpeado al joven, obligaba a la madre, por la fuerza, a desabrazarse de su hijo. La mujer continuaba gritando e insistiendo que era su hijo, que estaba «loco», que estaba «enfermo», pero todo era en vano.

Llega otra patrulla, del mismo cuerpo policial, la mujer, mediante su teléfono móvil, llama a alguien que está en la casa, para que le baje los papeles de su hijo, donde se debe acreditar su estado mental. Mientras tanto introducen al hijo en el primer coche patrulla que ha provocado el incidente.

La madre insiste en no dejar solo a su hijo; no manifiesta ninguna violencia física ni verbal, simplemente demanda con desesperación, ante la injusticia que se está cometiendo, que se le permita ir con él. El mismo agente que ha golpeado al hijo ahora aporrea a la madre, hasta dejarla tirada en el suelo, y parece que inconsciente.

En esa violenta y escalofriante acción es ayudado por otros dos agentes. Llega otro coche patrulla. La mujer queda tendida en la calle boca arriba, medio cuerpo sobre la acera y sus piernas en la calzada. Dos de ellos le dan la vuelta sin miramiento, quedando boca abajo, para ser de esta forma esposada. Uno de los agentes mediante un escudo cubre su cuerpo, mientras permanece esposada y boca abajo.

La tensión y la indignación ahora en ambos lados de la calle es enorme. Desde las ventanas, a gritos, se demanda una ambulancia; se recrimina la brutal y cruel actuación por haber golpeado de semejante forma a una mujer indefensa y que en ningún momento había mostrado ni el más mínimo signo de violencia.

Llega otra patrulla y entre varios agentes introducen a la mujer esposada en ese vehículo.

Al menos siete vehículos -cinco patrullas y dos camuflados- han participado en la detención y conculcación de los más elementales y fundamentales derechos de una madre y de su hijo. Provocando unas escenas de auténtica violencia, pavor y terror, generando una perplejidad absoluta ante un comportamiento policial más propio de estados totalitarios y tiránicos, y suscitando una gran cantidad de preguntas, que de ninguna de las maneras debieran de quedarse ingrávidas en el aire hasta su volatilización.

¿Entre los contenidos que reciben en su periodo de formación, no se imparte nada relacionado con unos mínimos conocimientos de psicosociología para hacer frente a situaciones como la descrita anteriormente?

¿Las personas que integran la policía de esa Comunidad Autónoma Vasca, carecen de formación para discernir y discriminar -como en este caso- que tras ese hombre anónimo había una persona con unas evidentes deficiencias de tipo emocional y/o cognitivas, que se manifestaban con gran expresividad tanto corporal como oralmente; y que había una mujer transida de dolor por el trato que estaba recibiendo su hijo?

¿Ante esa reacción tan absolutamente humana por parte de la madre, los agentes se supone que tras pensar, reflexionar, valorar y ponderar la situación que se había creado -o que ellos mismos habían originado- no encontraron otros medios, otros recursos, otras habilidades sociales -imprescindibles para desempeñar un cargo tan importante como es erigirse en autoridad pública, en el ejercicio de esa profesión- que recurrir a la violencia explícita, deplorable y sumamente inaceptable en este caso concreto?

¿Debieran de patrullar los agentes de ese cuerpo policial con profesionales del ámbito de la psicología, sociología… para interceder entre ellos y la ciudadanía y de esta forma evitar escenas tan terribles y desgarradoras como la vivida esa aciaga y cruel tarde de domingo?

¿Cuál fue la causa, variable o motivo principal de que en una situación donde un joven indefenso, desvalido, sin manifestar ningún signo evidente de peligrosidad para los agentes y de una madre cuyo único recurso era la palabra, se optase, de manera inmediata y expeditiva por la violencia manifiesta y explícita?

¿En los contenidos curriculares para la formación óptima de los y las diferentes agentes policiales no existen contenidos de resolución de conflictos a través del diálogo, de la información, del uso de la palabra, como herramienta e instrumento de comunicación con la ciudadanía?

¿En la formación -o es simplemente adiestramiento- de los y las aspirantes no existen otras habilidades, recursos, formas y maneras racionales y humanas para resolver la gran variedad de situaciones a las que se podrán enfrentar en el ejercicio de su profesión; o se prima -en el amplio abanico de posibles resoluciones- recurrir sistemáticamente a la violencia explícita, aborrecible y execrable?

¿No se debiera, al menos, haber intentado dialogar, calmar, tranquilizar… al joven que expresaba su desaprobación por lo que le estaban haciendo y no se debiera de haber, igualmente, tranquilizado a la madre, diciéndole que mostrase los informes médicos que avalaban su versión, permitiéndole que viese a su hijo y no recluyéndole, como si se tratase de un peligroso psicópata y criminal en serie? Y en todo caso ¿No hubiese sido más lógico, humano y racional permitir que la madre hubiese acompañado a su hijo?

Al menos se emplearon siete vehículos y más de una docena de agentes para «resolver» o «zanjar» una situación que a todas luces no requería semejante despliegue; sin lugar a dudas innecesario y absolutamente desproporcionado y exagerado.

Esa conmovedora y desoladora situación vivida -o mejor dicho, padecida y sufrida- en una calle de la Europa del s. XXI se transforma en un potente indicador social y en un irrefutable vestigio de la forma de intervenir e interactuar de la Ertzaintza con la ciudadanía.

Se hace necesario e imprescindible dar conocer, con exactitud y con todo tipo de detalles, el currículum formativo de los y las futuras agentes policiales, como mínimo, tanto al Parlamento Vasco como a todos los partidos políticos que lo integran, para someterlo a un análisis profundo. Y que se abra un debate social amplio, reflexivo, sosegado, ecuánime y académico a nivel de Parlamento, partidos, sindicatos, agentes sociales y, por supuesto, sin obviar a la ciudadanía.

Es necesario e insoslayable ampliar el foco y no quedarse exclusivamente con los aborrecibles sucesos acaecidos en ese barrio de la capital de Bizkaia. No ha sido ni fue una excepcionalidad en la actuación de ese cuerpo policial vasco, sino, mas bien, la enésima vez que se repiten y acontecen abominables hechos de estas características.

Las hemerotecas, triste y lamentablemente, reflejan, mediante evidencias irrefutables, unas formas de actuar, unos modelos y unas pautas de comportamiento absolutamente inadmisibles, lamentables y vergonzosas.

Es imprescindible llevar acabo una reflexión profunda y sistemática que abarque todo lo concerniente a esa consejería, desde el modelo policial que se requiere -para una realidad social diametralmente opuesta a la década de comienzos de este siglo- hasta la adecuación del número de agentes, siguiendo las directrices que recomienda Europa, que concretamente son dos policías por cada mil habitantes.

Habría que comenzar analizando por qué aún en esa comunidad se da el ratio policial más alto de Europa: 6,9 agentes por cada mil habitantes, cuando los índices de criminalidad son tan bajos.

Ese ratio dobla la media de la mayoría de los estados integrantes de la UE. Por ejemplo, en Alemania el ratio es de 2,9 policías por cada mil habitantes; en el Estado francés, es de 3,5; en Irlanda, de 2,6; en Bélgica de 3,7; en Finlandia de 1,4; en el Estado español es de 5,3.

Por lo tanto, objetivamente, el modelo referencial y paradigmático de la reconversión, y transformación de la Ertzaintza podría ser Finlandia –un país pionero en educación tanto a nivel europeo como mundial– en lo referente, tanto al ratio como a su formación: empezando con una selección rigurosa, esmerada y exhaustiva de las personas aspirantes; continuando con los planes de estudios; con las capacidades y aptitudes que han de desarrollar, impulsar y entrenar para su quehacer cotidiano de forma ponderada, proporcional, justa y equitativa; etc.

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