Edorta Jimenez

Visionarios de Urdaibai

Ahora que parece que lo han dejado, ¿recuerdan cuándo fue la primera vez que alguien dejó caer la idea de un segundo Guggenheim en Bizkaia? ¿Y quién fue el que la dejó caer? Adivinen. O hagan memoria. «Él es un visionario, el hombre que ha plantado la idea de un nuevo Guggenheim en las autoridades vascas». Lo decía la periodista que visitó al visionario, en su introducción a la entrevista que le hizo y que se publicó el sábado 28 de junio de 2008 en uno de los medios que patrocinan la cosa esta del Guggenheim Bilbao.

Eso sí, tres días antes, el mismo medio había publicado la primicia del lugar del nuevo museo. «El anuncio del diputado general, José Luis Bilbao, sobre la futura ubicación de un nuevo museo Guggenheim en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai fue recibida ayer con expectación en la comarca».

En la entrevista quedaba sellada la autoría de la idea y, cómo no, la imagen de subordinación del diputado al visionario, a «Él». Ahora bien, ¿quién era ese «Él»? Era Thomas Krens, que a nadie se le olvide.

Fascinado por la fuerza agreste de los acantilados vascos, que recorrió en motocicleta, está convencido de poder desarrollar allí un concepto «revolucionario» de museo desplegado con serenidad por el entorno natural de Urdaibai. Para contárselo a (omitimos el nombre del medio), tuvo que encontrar un hueco en su frenética jornada».

Ahí lo tienen. Un nuevo Kerouac recorriendo los agrestes acantilados vascos en motocicleta, hasta descubrir donde iría su segundo museo. Según la versión que corre la ubicación del primero se le ocurrió haciendo footing por el Puente de la Salve, lo contó Joseba Zulaika en su libro “Historia de una seducción”. El visionario no vio el vetusto cuartel de la Guardia Civil, no se lamenten. El propio Zulaika lo cuenta como oído de los labios de «Él»: «Desde algún lugar del puente miró hacia la margen izquierda de la ría, al lugar conocido como "La Campa de los ingleses" frente a la Universidad de Deusto, se le abrieron los ojos, y vio allí, delante de sí, el Museo Guggenheim en su lugar exacto».

Entonces ya fue Kerouak descubriendo lugares de profundo sentido en el País Vasco, pues entre el siglo XVII y hasta 1929 la Campa aquella albergó un camposanto británico. Según le repitió una y otra vez a Zulaika, allí había tenido su epifanía y allí se iba a hacer el artefacto de titanio. Por su santo sudor de exjugador de basket, como gustan decir lo adoradores.

"El nuevo museo sería lo opuesto al de Gehry", era el titular de la entrevista. Bajo él, un resumen luminoso del contenido: «Defiende la viabilidad del proyecto de Urdaibai y apuesta por ‘algo espectacular’ que relance el turismo ‘con un programa potente’».

En ningún momento de la entrevista dio el nombre del lugar. No hacía falta. Por entonces ya había saltado el de las históricas Colonias Infantiles de Nuestra Señora de Begoña, a orillas de la ría de Mundaka.

Tras los reproches del PP, la Diputación de Vizcaya negó que el proyecto del museo Guggenheim escondiera una operación urbanística. «No se va a colonizar ninguna zona que esté hoy protegida», afirmó el diputado general José Luis Bilbao. En una entrevista en Radio Euskadi, manifestó que detrás de la iniciativa «no hay absolutamente nada más que una nueva pata del Guggenheim. No vamos a cambiar la calificación urbanística de ninguna zona de Urdaibai», sentenció.

El diputado general insistió en que el arte, la naturaleza, la sostenibilidad y la actividad económica eran los principales ejes del proyecto, y aseguró que hablarían con Frank Gehry y otros arquitectos de prestigio. «No queremos hacer otro Guggenheim pequeñito, por lo estamos totalmente abiertos».

¿Les suena de algo? ¿Quién paró aquello? ¿La crisis económica? Pues recuerdo que la crisis arrancó en aquel 2008 y el proyecto se las colonias se desechó en 2014. ¿La clave? El propio edificio de las colonias.

«Si el diseño del futuro museo requiriese la demolición del emblemático edificio de las colonias de la BBK en Sukarrieta, no habría ningún inconveniente –decía el 24 de diciembre «el periódico» de Bilbao−. Un estudio encargado por la Diputación al reconocido arquitecto Josep María Montaner (Barcelona, 1954) avala el «escaso valor arquitectónico» del inmueble y despeja el camino a su posible derribo, una posibilidad que nunca ha descartado la institución foral. La legislación estaría de su lado, porque la construcción carece de cualquier tipo de protección por parte del Gobierno Vasco; solo dispone de una catalogación simbólica a nivel local».

Y en esas andaban, cuando, de la mano Zain Dezagun Urdaibai, el arquitecto Iñaki Uriarte presentó al Gobierno Vasco la petición de protección del conjunto donde Krens quería aparcar su moto a la vuelta de sus paseos en plan Kerouac.

El Gobierno de Patxi López aceptó nuestra propuesta y pasó a proteger todo aquello. Al menos en lo que podía. Y es que, al igual que unos años después, primero se eligió y señalo el lugar y luego se miró lo del la Ley de Costas; casi el 90% de los 8.000 metros cuadrados del suelo estaba dentro de la Servidumbre de Protección. No lo dijeron. En cuanto al ferrocarril, su dominio afectaba al ámbito de la colonia, que tampoco lo aclararon.

Total, que ahora va a resultar que la persona que retomó el proyecto Urdaibai, Unai Rementeria, reaparece el mismo día del «So long Urdaibai» como presidente de la Fundación BBK, cuyo buque insignia son las instalaciones y entorno de eso que en 2008 no valía para nada.

Esa gente es así. Visionaria. Sin consecuencias políticas, sociales o penales.

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