Josu Iraeta
Escritor

Vuelta a la trinchera

Introducir al PSOE en Lakua para así mantener la «presencia» en Ajuria Enea no parece un juego político consecuente con su imagen nacionalista. Más bien parece consecuencia de un PNV débil, a la baja.

Es cierto que todos los días se aprende algo, por ejemplo, hasta hace no mucho, se decía que “política” pudiera definirse como: aquello -quizá ciencia- que desarrollado tiene por objetivo hacer realidad lo que es necesario. Pero, mucho me temo que tras el «sainete» protagonizado tanto en el Congreso, como fuera de él, la definición parece cuestionable.

Mirando más cerca, es evidente que las decisiones adoptadas por los congresistas y conocidas por todos, están generando zozobra por estos lares. Al parecer hay mucha patata preparada, pero también escasez de huevos. Seguro que influye, pero poco a poco, y observando a quienes están modelando la continuidad de su ejemplar «pacto-coalición», quizá debiera definirse la política como; «el arte de hacer creer aquello en lo que no se cree».

El intentar desmenuzar los contenidos de ese «pacto», pudiera tener su interés, pero, quizá mejor analizar aquello que como prólogo –ya hoy– se está dando a conocer por medio del gobierno de Gasteiz. Un emplazamiento al conjunto de la Cámara, para que ésta se pronuncie: Ante una «reflexión crítica global» sobre la actividad de ETA y condenen su violencia.

Esta iniciativa me sugiere una pregunta, ¿en qué términos se pronunciará el próximo requerimiento?

La pregunta tiene sus razones y debiera situarse en un contexto global, porque, los mismos que hoy exigen lo citado en el párrafo anterior, en los años ochenta del pasado siglo –ya son años– y en la década más dura del enfrentamiento armado, nos decían: «Para defender un proyecto político que busca el ejercicio del derecho de autodeterminación, no es necesaria la violencia política, es más, de hecho, lo está evitando”.

Entiendo que el nivel intelectual de quienes me honran con su lectura, no precisa de explicaciones complementarias.

Tras seis párrafos, considero es el momento de desempolvar una vieja tesis generada desde la capital del reino, respecto a Euskal Herria, que se viene desarrollando en las últimas décadas. La tesis, que pretende anular o diluir la realidad e identidad del Pueblo Vasco como tal, tiene un único y claro mensaje: «vascos contra vascos».

Este enfrentamiento que en principio pudiera parecer un objetivo no dificultoso, tratándose de conceptos como: pueblo, nación, lengua, independencia, etc., resulta más duro de conseguir, tan duro que a lo largo de décadas sigue siendo eso, un objetivo.

Pero –y aquí entran quienes hacen buena mi segunda definición de política– hubo y hay quienes desde una supuesta posición «nacionalista», en la práctica llevan media existencia «salseando» en el enfrentamiento.

Estos últimos párrafos aproximan a mis recuerdos, el «primer paso» dado en Ajuria Enea, similar a los que han dado a partir de entonces. Recuerdo aquellas palabras de Inaxio Oliberi a las tres de la madrugada: «tengo la completa seguridad de que la ejecutiva de mi partido asume totalmente mi postura, pues yo aquí soy delegado, además de secretario general».

Una vez estampada la firma del «Pacto de Ajuria Enea» y quedando fuera Herri Batasuna y EA, la situación era muy diferente y peligrosa. Y el peligro no era porque el documento fuera menos «denso», sino por el significado práctico-político, respecto al futuro del PNV y PSOE.

Si EA hubiera mantenido la postura de Inaxio Oliberi en la madrugada del «portazo», con los argumentos que hizo públicos, el PNV del señor Arzalluz hubiera recibido un golpe imposible de encajar. Un directo que suponía un KO político.

Las bases, los votantes del PNV hubieran definitivamente vuelto la espalda a una dirección nacionalista, que sin maquillaje alguno presentó su auténtica faz españolista

Esta valoración política era sobradamente conocida por la ejecutiva de EA. Como también era –y es– conocida la necesidad que el PSOE tiene de un PNV, si no en pie, sí sentado, pues de rodillas o tumbado no le sirve como socio o «muleta» en Euskadi. Ni entonces ni ahora.

No es necesario mucho degaste gris para concluir que un PNV «cojo» debilitaría sensiblemente al ya deteriorado PSOE, necesitado de una fuerte terapia de imagen, y no sólo en Euskadi, también en el Estado.

No es agradable recordar aquello, pero sí necesario. Inaxio dijo que: «hemos firmado por coherencia». Cierto que los «beneficiarios» fueron agradecidos, pero fue duro, duro de verdad.

El núcleo de este “pacto” lo componen PSOE-PNV, formaciones que, si en lo externo siempre han sido la imagen de antagonismo ideológico, en la práctica, sus acuerdos, maridajes y pactos proliferan a lo largo de las últimas décadas.

Introducir al PSOE en Lakua para así mantener la «presencia» en Ajuria Enea no parece un juego político consecuente con su imagen nacionalista. Más bien parece consecuencia de un PNV débil, a la baja.

Es en estas coordenadas donde yo sitúo la progresiva metamorfosis, no sólo del léxico que se emplea «desde» Ajuria Enea y el EBB, sino de su práctica política.

El PNV, no está por bajar a la «trinchera». Y por eso, por sentirse incapaces de hacerle frente al adversario, se han aliado con él.

Pero, al igual que en todos los enfrentamientos, una vez despejadas las nieblas y los humos, cada uno aparece ubicado allá donde ha combatido. Unos a un lado y los restantes a otro.

¿Con quién pactarán entonces, contra quién y para qué?

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