Ramón Contreras López
Forma parte de Haize Berriak y de Neeten

Vuelven las banderolas de Haize Berriak

En mayo de 2021 creamos la plataforma Haize Berriak, sus banderolas hondearon en las ventanas de las casas de Odieta, Juslapeña, Ezkabarte, Olaibar, Anue, Eguesibar, Valle de Erro, Lizoain y Esteribar. Se trataba de preservar estas localidades del proyecto de instalar un megaproyecto de 56 aerogeneradores de 195 metros de altura, con una potencia en total de 224 MW, promovido por Sacyr.

Denunciábamos la insostenibilidad del proyecto, la agresión que suponía para el hábitat y la fauna, su fuerte impacto paisajístico, la imposición a la autonomía de las entidades locales.

Frente a esa forma de desarrollo planteábamos el autoconsumo de proximidad, la creación de comunidades de energía renovables, la defensa del medio ambiente y la economía local. Poniendo en valor nuestra tierra, los comunales, los bosques, su fauna, la naturaleza, los pueblos y sus gentes. En resumen, estábamos defendiendo la vida.

Con la movilización social, se consiguió dar al traste con el proyecto de Sacyr. Hoy, cuatro años más tarde, tenemos que volver a sacar nuestras banderolas. Esta vez en denuncia del proyecto presentado por Enigma Green Power para la instalación de un parque eólico de siete aerogeneradores con un total de 34,93 MW (4,99 MW cada uno), en las localidades de Olaibar, Odieta, Esteribar y Anue.

Da igual que en su día el proyecto de Sacyr no consiguiera la autorización administrativa previa, con una valoración negativa de impacto ambiental. Ahora una empresa sevillana, con un capital social de 3.000 euros (¡!), vuelve a la carga repitiendo algunas de las localidades.

¿Qué es lo que empuja a estas empresas fantasmas a reincidir en estos proyectos que ya han sido rechazados por la población y por la administración? Las razones que fundamentaron la valoración negativa del megaproyecto de Sacyr sirven igualmente para rechazar este nuevo proyecto. El impacto medioambiental es igual en ambas propuestas.

La persistencia en volver a plantear un parque eólico en una parte de localidades afectadas por un proyecto anterior que no fue autorizado es posible por la inexistencia de una ordenación y planificación, desde la administración pública, de la implantación de instalaciones energéticas en la Comunidad Foral de Navarra.

En el Plan Energético Horizonte 2030, las localidades de Olaibar, Odieta, Esteribar y Anue, están grafiadas como zonas nos aptas para la instalación de parques eólicos. Pero claro está que se trata de un documento orientativo que no ha llegado a plasmarse en normativa de obligado cumplimiento.

Tampoco representa ningún obstáculo el que este proyecto incumpla todos y cada uno de los artículos de la Ley Foral 13/1990, de 31 de diciembre, de protección y desarrollo forestal de Navarra.

El negocio de este tipo de empresas consiste en pulsar todos los timbres del inmueble con la esperanza de que alguna puerta se abra. Y si no se abre ninguna, a probar en otro edificio.

Su inversión se circunscribe a la presentación de una documentación plagada de «corta y pega» de anteriores proyectos (en algunos folios se les ha colado la firma de Sacyr).

No se trata de empresas que tengan capacidad alguna para llevar a cabo los proyectos que presentan. Su negocio es pura especulación. Si consiguen la autorización administrativa previa, venden el proyecto a alguna de las grandes corporaciones de la energía con capacidad para llevar a cabo su ejecución, y de esa forma obtienen su beneficio sin dar un palo al agua.

Lo que viene a confirmar que este tipo de instalaciones han devenido en parte fundamental de la reproducción del mercado capitalista. Y que, aunque se traten de proyectos locales, forman parte de un modelo global que marca los rasgos característicos del sistema económico vigente.

Un modelo que no renuncia, a pesar de la crisis de la energía de origen fósil, ni a mantener el ritmo de crecimiento, ni al modelo de acumulación globalizada. De manera que el consumo de energía y materiales sigue aumentando, así como las prácticas neocoloniales para apropiarse de las materias necesarias para sus megaproyectos.

La proliferación de instalaciones energéticas o solares, en la mayoría de los casos, no responde a una planificación racional, ni democrática. Por el contrario, generan impactos negativos sobre los ecosistemas y la mayoría de la población. Responden a una lógica de búsqueda incesante de ganancias para las grandes empresas energéticas, y están basadas en el saqueo de los pueblos periféricos.

En pleno siglo XXI sigue presente el colonialismo de los países ricos sobre los empobrecidos. Así, mediante tratados impuestos y prácticas abusivas, las grandes corporaciones mundiales se hacen con el litio de Chile, Argentina, Bolivia, Nigeria. El cobalto del Congo. Los fosfatos del Sahara. Los minerales raros de Ucrania, El coltán de Ruanda. Las materias primas de Groenlandia... etc.

Existe una histórica interrelación entre el colonialismo, el capitalismo, el racismo y el sistema basado en las energías de origen fósil que está amenazando la destrucción de nuestro planeta. La transición energética necesaria debe adoptar premisas antirracistas y anticoloniales. La cacareada transición energética del capitalismo verde que nos venden las grandes empresas y los gobiernos del Norte blanco está sustentada sobre el extractivismo y los despojos del Sur global.

Las razones para oponernos al proyecto de Enigma Green Power son las mismas que nos llevaron en su día a impugnar el de Sacyr. Pero somos conscientes que el cuestionamiento de estos proyectos locales, forman parte de una movilización por objetivos más generales.

Estamos bordeando saltarnos todos los límites biofísicos del planeta y, sin embargo, las propuestas del capitalismo verde siguen incidiendo en la lógica del crecimiento infinito, ofreciendo un horizonte esperanzador basado en soluciones tecnológicas (hidrogeno verde, captura de emisiones de CO₂ y su almacenamiento en subsuelo, vehículo eléctrico, fotosíntesis artificial, megaproyectos energéticos...) imposibles, y que no hacen sino negar una verdad incuestionable a estas alturas: la insostenibilidad del modo de vida capitalista, y la necesidad de llevar a cabo profundas transformaciones en nuestro modo de producir y consumir energía y materiales. Y la necesidad de adaptar nuestra forma de vida al respeto a la naturaleza y los límites planetarios, desde una perspectiva de defensa de lo común, de los derechos para todas las personas, de la planificación democrática y alejada de toda práctica racista y colonial.

Por todo ello volvemos a enarbolar las banderolas de Haize Berriak.


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