Marivi Erdozain, José Mari Egillor y Patxi Erdozain
Sasoia

¿Y ahora, qué?

Pero cuanto más cerca tengamos la llave, más posibilidades tendremos de ayudar a abrirla. A los de aquí los conocemos y podemos hablar con ellos y estudiar soluciones

Estos últimos meses han sido para las personas pensionistas meses de gran importancia. La experiencia que hemos vivido tiene la particularidad de haber sido inédita. No es que nuestra situación económica haya ahora empeorado de repente; son muchos los años que estábamos viendo cómo nuestras pensiones caían en picado. Lo inédito y saludable ha sido la respuesta que se ha dado. La mala leche se iba acumulando  y por fin explotó con la carta insultante de la ministra de turno y la continuación del 0,25%. Las pensiones es el tema clave para vivir con cierta tranquilidad nuestra última etapa; y deben de estar aseguradas para que la incertidumbre no nos angustie.

Podemos decir que la respuesta de estos meses ha sido solidaria; personas jubiladas, cuya pensión es superior a los salarios actuales, han estado en primera fila pensando en la siguiente generación, en tantas pensiones de miseria y en tantas mujeres que, al no habérseles reconocido su trabajo del hogar, ahora se encuentran in albis, supeditadas en todo a su compañero.

Es firme nuestra convicción de que hay que seguir en la protesta. El paso que hemos dado no debe de tener vuelta atrás. No podemos volver a la resignación, ni conformarnos con pequeñas migajas que no dan solución a nuestro derecho a vivir una vejez digna. Quizás tengamos que inventar formas distintas de protesta, pero tenemos que seguir estando en el candelero sino queremos volver a estar como antes.

Y unidas todas las personas pensionistas, quienes tienen pensiones bajas, quienes no la tienen y quienes la tienen decente, siempre con la bandera de la solidaridad.
Queremos plantear, además, un debate sobre la mejor manera de enfocar las luchas en defensa de unas pensiones dignas para todas y todos.

Y por ello decimos: a día de hoy, la solución a nuestros problemas la tenemos que buscar en Madrid. Y es precisamente ahí donde reside nuestra mayor dificultad para poder conseguir los objetivos que perseguimos.

¿Qué podemos esperar de gobiernos que en años anteriores impusieron reformas laborales en perjuicio de nuestras pensiones? Ellos fueron quienes subrepticiamente en su sagrada Constitución metieron el 135 donde se dice que el dinero sobrante debe de ir dirigido a pagar la deuda antes que a los servicios sociales. ¿Cómo tener la confianza puesta en ellos, cuando rechazan algunas de las leyes progresistas aprobadas en nuestro Parlamento? Madrid está lejos para poder influir. ¿Y ese Pacto de Toledo, del que la mayoría de las personas pensionistas no tenemos ni pijotera idea, qué puede aportar en nuestro beneficio cuando sus componentes desconocen lo que es una pensión de miseria y obedecen a intereses ajenos a los nuestros?

Naturalmente, seguiremos protestando y reivindicando ante ellos nuestros derechos. Pero al mismo tiempo debemos enfocar nuestras exigencias aquí, ante nuestras instituciones navarras.

Siempre debemos tener en cuenta los diversos marcos en los que podemos incidir para lograr nuestras reivindicaciones. Pero cuanto más cerca tengamos la llave, más posibilidades tendremos de ayudar a abrirla. A los de aquí los conocemos y podemos hablar con ellos y estudiar soluciones. Tendremos más posibilidades de controlar, más capacidad de exigir.

Además no cabe duda de que la correlación de fuerzas es más favorable a nuestros planteamientos, tanto a nivel institucional como de sociedad.

El PNV, como plato de lentejas, consiguió del PP esa pequeña subida sabiendo el ambiente que aquí se respiraba y pensando en que sus posibles votantes le aseguren más años de poder.

Sabemos que no es la solución mágica, que el capital, siempre enemigo de las personas pobres, está bien asentado aquí también, que no hay garantía. Pero no nos cabe duda de que será más factible conseguir lo que pretendemos.

Mientras tanto seguiremos en la calle, pero exigiendo que no se refugien en que «no hay competencias» y planteándoles que su principal deber es que todas las personas vivan con dignidad.

Conscientes además de que si en este terreno avanzamos, ayudamos a otras comunidades a avanzar también.

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