Víctor Villar Epifanio

¡Yo acuso! Carta abierta a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz

Señora Díaz, esto que la acabo de relatar no es un caso aislado, los CEEs se han convertido en verdaderos vertederos de trabajadores y trabajadoras con discapacidad rechazados por el mercado neoliberal que escupe lo que le sobra.

Estimada ministra, como el 13 de enero de 1898, el escritor Émile Zola, dirigió una carta abierta al Presidente de la República Francesa para denunciar el atropello que supuso el «caso Dreyfus», yo me dirijo a usted para denunciar otro atropello, esta vez laboral.

Al igual que en el caso citado anteriormente, aunque estemos hablando de un caso concreto, representa el deterioro de un sistema, en este caso de la figura de los Centros Especiales de Empleo (CEE). Esta vez, dieciocho valientes son quienes se han atrevido a dar la cara y denunciar su situación en la Inspección de Trabajo. Uno de esos valientes (llamémosle Isidro por posibles represalias), ha sido quien ha contactado conmigo y me ha pedido que haga lo que mejor sé hacer, escribir, porque, como Zola, yo si puedo hacerlo y no quiero ser cómplice. Por eso, yo acuso.

Yo acuso a Integra IMG Centro Especial de Empleo de explotar a esas dieciocho personas desde el minuto 1 con jornadas de hasta ocho horas, sin apenas descansos para las necesidades fisiológicas básicas y sin fichar en la entrada ni en la salida.

Según el SEPE (Servicio Público de Empleo), el CEE Integra, por cada uno de esos trabajadores tenía derecho a:

-El 100% de bonificaciones en las cuotas a las Seguridad Social.
-Un 50% de bonificación en el SMI.
-Prioridad en los contratos públicos.

Con estas ventajas los trabajadores y las trabajadoras sufrieron, además de lo anteriormente dicho, según el propio Isidro en su denuncia a la empresa: «La empresa no nos ha facilitado con un mínimo de dos meses de antelación los cuadrantes para disfrutar de vacaciones y a día de hoy ningún trabajador tenemos autorizadas las vacaciones ya que la empresa alega que como tiene dificultades para cubrir el servicio no se puede comprometer a autorizarnos las vacaciones».

Yo acuso a la empresa Eulen (empresa con la que Mercamadrid contrató en febrero de 2020, después de rescindir el contrato con Integra y sacar una nueva licitación), de retrasar el pago de la primera nómina de estos trabajadores y trabajadoras alegando no estar al corriente de las condiciones del personal, cuando, según el convenio de subrogación con Integra, esta tiene la obligación de pasarle los contratos, las nóminas de los tres últimos meses, las liquidaciones y cualquier pacto de la empresa anterior con personal subrrogado.

Por lo dicho anteriormente, esta empresa también ha extinguido los complementos salariales que esta plantilla había acordado con Integra.

También, acuso a Eulen de no haber avisado con la antelación debida de los cuadrantes de trabajo y hacerlos incompatibles con la vida familiar de estas dieciocho personas, teniendo, además que estar disponibles en todo momento para la empresa.

Yo acuso a Eulen de, en tiempos de pandemia, no proporcionar a estos trabajadores y trabajadoras los EPIs (Equipos de Protección Individual), adecuados para no poner en riesgo su salud.

Yo acuso al gestor de servicios de Eulen de humillar a estas dieciocho personas con discapacidad, con frases como: «Hemos venido a ganar dinero», «Dad las gracias por que os han mantenido el puesto de trabajo y no os han hecho un ERTE».

No hace falta decir lo neoliberal e inhumana que es la primera afirmación, más tratándose de personas con discapacidad. En cuanto a la segunda, recordemos que estas personas pueden encontrarse en el grupo de personas de riesgo por covid-19 y que no tienen los EPIs reglamentarios.

Por otro lado, yo acuso a Mercamadrid de contratar los servicios al mejor postor, sin preocuparse de la situación de la plantilla con discapacidad.

Pero aquí no solamente hay culpables directos, no, toda la sociedad somos culpables. Por eso, yo acuso al medio digital de Mediaset NIUS, a su dirección, no a la redactora que atendió a Isidro, de ceder a las presiones de Mercamadrid e Integra, tratando el tema de forma sesgada, sin dar todos los datos, ni mencionar a todos los culpables, negándose a analizar ampliamente el problema y sin ir a la raíz del mismo.

Por último, yo acuso a la sociedad y sus representantes de lavar la imagen de los CEEs dando por válido el discurso de la «obra social» que hacen estas entidades sin cuestionar sus métodos y perdiendo completamente de vista el objetivo de los CEEs que era servir de paso previo a la integración en el mercado laboral ordinario.

Señora Díaz, esto que la acabo de relatar no es un caso aislado, los CEEs se han convertido en verdaderos vertederos de trabajadores y trabajadoras con discapacidad rechazados por el mercado neoliberal que escupe lo que le sobra. En estos centros, las personas con discapacidad leve o moderada, (la gran discapacidad hasta aquí es rechazada), se ven obligadas a trabajar bajo la humillante premisa: «Agradece que te demos un trabajo y déjate explotar». En varias ciudades del Estado español han saltado casos similares y es que, como la digo no es un caso aislado, pero si puede ser nuestro «caso Dreyfus». Y es que usted, como marxista, sabe mejor que yo, que cuando una figura, un sistema llega a ese grado de degeneración es hora de cambiarlo.

Actualizando las palabras de Zola, sé que esta columna, como otras que he escrito como: «Centros Especiales de Empleo: El negocio de la trampa», posiblemente me lleguen críticas, menos precios e incluso intentos de compra de mi opinión a mi página web. Pero insisto, yo tampoco quiero ser cómplice. Además, también me llegan apoyos y solicitudes de ayuda como la de Isidro. Eso me compensa con creces.

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