Las políticas sociales de los Gobiernos viven de las migajas que el mercado laboral deja al aire; un mercado laboral esclavo de los intereses de grandes compañías transnacionales que, en último término, son las que reparten el trabajo y de las que dependemos.

Y sabemos que, igual que ahora dan trabajo a nuestras Pymes, en cualquier momento dejan de hacerlo, sin motivo distinto a su propio beneficio, quedando con ello parte de nuestra sociedad en pelota picada y dependiendo del erario público. Cada vez más delgado, por cierto.

Va siendo hora de encontrar alternativas a los viejos modelos, de que se desempolven molleras necesariamente obedientes a ellos, de que se busquen mejores soluciones.

Los criterios de innovación y desarrollo (I+D) que se manejen, no pueden seguir acotados, ser compartimentos estanco de salvaguarda de ciertos intereses particulares. Hay que exigir abrir el campo y abonarlo con nuevas ideas, alternativa a las habituales que, aunque intenten vendernos la moto de que todo mejora y va a mejorar más, vemos e intuímos que, desde esos principios, todo tiende más bien a hacer aguas, pues nuestra sociedad competitiva no rinde para más. Bueno, sí, para alimentar guerras, seguro.