Iñaki Revuelta Lertxundi | Cantante

Bombolini y el fascismo

"El secreto de Santa Vittoria", gran película protagonizada por Anthony Quinn en la cual se plasma de manera notoria el devenir del pueblo italiano tras la caída del dictador Benito Mussolini. La historia trata de un tal Italo Bombolini, un vividor y por supuesto gran bebedor, haciendo honor del gran tesoro que cobija su honrado pueblo, el famoso vermut. Cuando Bombolini y el resto del enclave reciben la grata noticia del final del fascismo, tras unas cuantas empinadas de codo, decide subir a la torre del agua, a borrar un lema fascista que el mismo pintara años atrás. Cuando emprende su bajada y después de varios amagos de flaqueza y desplome hacia el vacío, el respetable abajo presente comienza a jalearle y aplaudirle cuan gran protector y salvaguarda. El antiguo concejo al escucharlo, deciden darle plenos poderes, si el populacho le aclama, nosotros también. De nada les sirvió, acabaron todos encerrados y Bombolini terminó siendo un gran alcalde, que incluso engañó al Ejército alemán y supo conservar su gran riqueza, esa que solamente entiende de gentes de palabra y de honor. Términos que parecen desconocer algunos en el Estado español, esos que se hacen llamar socialistas, que presumen de ser antifascistas y demás. Creo recordar el pasado franquista de muchos de ellos, José Bono, Manuel Chaves, Fernandez de la Vega... Y su constante posición de apoyo y justificación de otra clase de fascismo, que es la corrupción y creación de grupos de mercenarios para delinquir y con el dinero público, ejercer todo tipo de fechorías en detrimento de sustentar un verdadero estado de bienestar. Pero lo más grave aún si cabe, es la falta de palabra, esa que nos caracteriza al pueblo vasco, la que les convierte en pura escoria humana. Más les valdría aprender de aquel Bombolini pueblerino, que con sus andanzas y ensoñaciones etílicas, supo reciclarse y tener palabra, aprendió a cuidar a su gente y a convertirse en un honrado regidor. Y si no son capaces, que nos dejen seguir nuestro camino y bebernos nuestro propio vermut, metafóricamente me entendéis.

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