Txus Pérez Artuch | Iruñea

Capacidad de honestidad

Poner un noticiario, al menos para mí, es escuchar una serie de cifras, comparaciones, recuentos, improvisación, reproches sobre quién lo hace menos mal, además de la incapacidad de consenso. Por eso mismo hace muchos meses que me pasé a los documentales de viajes, clásicos del cine e incluso el recetario tradicional en un canal con un huevo frito como logo. Los vídeos de caídas también entretienen.

Cuando pase el aguacero y volvamos a vernos las muecas, los dientes al hablar, quizá seamos capaces de decir a un amigo que tiene un moco en la nariz, las arrugas, e iniciemos la recuperación de este bloqueo en cuanto a relaciones sociales que estamos soportando, una vez llegado ese momento de reiniciar la marcha veremos qué hay detrás de este enorme ciclón vírico mediático que ocupa todo de miedo, duda, información coartada e incertidumbre a su paso.

Puede que si los sucesivos gobiernos españoles, vascos o navarros echaran la vista atrás, tendrían una oportunidad para ser honestos y hacer un ejercicio de reconocimiento con la ciudadanía. Cuando se queden definitivamente en nuestras vidas tantos nuevos cambios y formas de convivir, ¿qué nos contarán para crearnos un nuevo limbo? Nos podrán plantear de nuevo que España tiene el mejor sistema sanitario y la mejor gastronomía del mundo, pero que lo maquillen bien tras largos años de contratos indecentes, (o lo coges o te sacamos de la lista), graves carencias en cuanto a recursos materiales y humanos, además de amiguismos e irregularidades en procesos de oposición para la Administración pública. En cuanto al jai nutricional, ¿habrá destronado algún país a la obesidad infantil española de su liderato?

En cuanto a la Lehendakaritza podremos recordar o seguiremos comentando que cuando volvieron las escuelas tras el primer confinamiento, a pesar de blindarlas y llevar un plan cero contagios, aparentemente ejemplar, el personal docente público tuvo que financiarse cada una de las mascarillas que debían usar diariamente.

En Navarra navarrica, esperemos que no nos vuelvan a colar eslóganes de progreso y bienestar basados en una cadena automovilística, ocultamiento de la inmensa maraña administrativa que actúa por capricho en muchas ocasiones o que el vino, el ajoarriero y el patxaran nos hace diferentes, cuando llevan décadas lija en mano contra la autenticidad.

Cuando pase todo esto, sin plazos, será hora de decir claramente que vivimos en el escalón dos, que no podemos vivir siempre a merced, a rastras, y ahogados según las exigencias para sobrevivir en el anhelado uno.
Guardasola, que va para largo.

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