Javier Orcajada del Castillo

Carlismo y nacionalismo vasco

El nacionalismo vasco siempre ha asumido que el carlismo constituye su germen, aunque la historia de esa corriente monárquica ha estado siempre trufada de ambiciones, errores, levantamientos militares, terminando por convertirse en enemigo acérrimo del nacionalismo vasco al rebelarse en 1936 los requetés en Nafarroa contra la República como poder legítimo constituido, arrasando a sangre y fuego los territorios hermanos vascos que invadieron…

Han pasado los años y el carlismo se ha convertido en venerable reliquia formada por ancianos nostálgicos que, como todos los abuelos, gruñen a sus nietos, sus herederos, ahora nacionalistas, que constituyen un pueblo evolucionado ideológica y culturalmente y con niveles culturales equivalentes a los países europeos más avanzados. Con sentimientos muy precisos de su identidad como pueblo diferenciado, pero con criterios políticos actualizados de lo que supone la independencia en un mundo en el que se eliminan barreras divisorias, pero celoso por preservar las identidades. Por ello los nacionalistas vascos son protagonistas en el seno de movimientos progresistas, pero manteniendo el respeto que se merecen sus ancestros carlistas, sin olvidar por higiene mental que fueron los verdugos de sus hermanos en una orgía de crímenes por venganza o para lograr cargos y propiedades que arrebataron por la fuerza de las armas a sus legítimos propietarios, muchos de los cuales aun enterrados en las cunetas de los caminos.

El nacionalismo vasco actual reconoce en su descargo que los carlistas fueron víctimas de la manipulación ideológica y chantaje económico de los caciques que se aprovecharon de su incultura y del odio inculcado históricamente contra los restantes hermanos vascos, y por tanto hijos de Nafarroa. Estos caciques ahora se han travestido en los políticos de UPN, PP y PSOE, que han mandado desde la gloriosa Transición y han fomentado políticas separatistas con los otros territorios vascos, despreciando el euskara, zonificando su aprendizaje y manipulando elecciones para frenar la imparable voluntad de que se les reconozca su carácter euskaldun. Ahora, con un gobierno de signo progresista vasco, liderado por Uxue Barkos, hay una expectativa ilusionante que compensa todas las ofensas acumuladas causadas por el carlismo.

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