Carta abierta a San Urtaran de Iberdrola
En estos días me siento desdichadamente feliz: tengo un chichón en la cabeza y un buen moretón en el brazo gracias a la represión que usted mandó a Errekaleor, mi barrio. Además, como se imaginará, le escribo esta carta a oscuras. O más bien: a la luz de una vela, mientras mi hija recién nacida se alimenta del pecho de su madre y mi hijo de once años –a la luz de otra vela– realiza las tareas del colegio.
Pero, como le digo, me siento feliz: me alegra ser parte del barrio que usted quiere reducir a escombros. Normalmente, a los alcaldes les gusta construir aquello que a la sociedad le falta. Pero usted es un caso raro, Urtaran: a usted le gusta destruir lo que la sociedad construye. Quizás sea un genio incomprendido y el resto de la humanidad no nos hemos enterado.
De lo que sí nos enteramos es de que, cuando años atrás el Ayuntamiento metió sus garras, las calles de Errekaleor se desolaron y se volvieron peligrosas. Los iluminados de la burocracia quitaron el ómnibus para devaluar el barrio y en Errekaleor se perdió la alegría de la vida pública y el contacto cotidiano. Los antiguos vecinos debieron guardarse en sus casas mientras veían cómo el barrio se llenaba de ladrones y vendedores de droga.
¿Dónde estaba usted, Urtaran, cuando todo eso ocurría? Ya no importa. Lo importante es que con el colectivo Errekaleor Bizirik la situación cambió plenamente.
Ahora las vecinas y vecinos de Vitoria no sólo no temen a Errekaleor sino que además vienen a pasear a nuestro barrio. Les gusta caminar por nuestras calles, ver el huerto comunitario y nuestra enorme hilera de árboles frutales. Disfrutan que siempre haya jóvenes restaurando espacios colectivos y se entusiasman con nuestra música y nuestras exposiciones de arte.
Creo que por eso recibimos tanta solidaridad y afecto cuando usted nos mandó a reprimir. A la sociedad vasca realmente le está costando comprender su actitud fascista con nuestro proyecto comunitario. ¿Qué oscuro interés hay –se preguntan con toda lógica– detrás del desalojo de un barrio verde, cultural y seguro como Errekaleor? ¿Cuánto dinero hay en juego? Debe ser mucho, si está tan dispuesto a apostar su carrera política.
Sabe Urtaran, estoy enfadado con usted; es evidente. No me gustan los políticos que defienden a las grandes corporaciones más que a su propia madre ni los que miran su propio bolsillo antes que a los intereses de la sociedad. No me gustan. Pero, aún así, no le deseo el mal. Estoy a favor de una sociedad pacífica y justa, y no quiero que lo repriman como usted nos mandó a reprimir a nosotros. No deseo que sus hijos de despierten con frío en la profundidad de la noche ni quiero que estudien a la luz de una vela en pleno siglo XXI.
Al contrario: le deseo lo mejor. Deseo que recupere la dignidad que está perdiendo porque si sigue así, en el futuro le será imposible, por más sobresueldos que cobre. Usted es un servidor público y –si no piensa en renunciar a su cargo– al menos debería ser digno de él porque, créame: la dignidad perdida no se recupera con los favores de Iberdrola ni con ningún tres por ciento oscuro de obras públicas.
Insisto, Urtaran, sea un hombre inteligente: no pierda su dignidad. No avergüence al electorado que lo ha votado ni al resto de la sociedad a la cual gobierna. Y, sobre todo Urtaran, no se avergüence a sí mismo, que de la vergüenza y de la muerte no se regresa jamás.