Enrique Vivanco Fontquerni

Ciudades

Barcelona ciudad petulante e insoportable para los que habitamos y hemos nacido en ella, lo más venenoso que expande es la doctrina ideológica que pretende inocular al resto. Hace pocos días el sociólogo nacido en Chicago Richard Sennett, impartió doctrina ante los prebostes de la urbe: arquitectos, urbanistas, académicos, políticos, en fin todos los que pretenden disciplinar a los descarriados. Sennett parte de la idea que las grandes ciudades europeas están perjudicadas al formar parte de un Estado nación porque tienen problemas e intereses distintos, y la solución que propone es crear una red de ciudades en el continente, para que sus habitantes puedan votar entre ellas con un sistema educativo homologable.

Estas bellas palabras encierran una trampa monumental, que no es otra cosa que excluir a los que tienen intereses y opiniones divergentes. Descontextualizar las grandes ciudades con el resto del territorio es de una ingenuidad maligna. Las ciudades son artefactos extremadamente vulnerables o es que este señor no necesita ni beber ni comer para poder vivir, a lo mejor piensa que lo necesario se compra de forma autónoma, y se produce  en Tres D. Los últimos resultados electorales en algunas democracias formales están poniendo muy nerviosas a las elites habituales e intentan acelerar esta nefasta propuesta que hace años revolotea en Barcelona, apreciada por los liberales globalizadores, y también por la izquierda banal que llevan años entusiasmados con semejante propuesta.

Lo peligroso es que la ciudad está gobernada por los que desean implantar esta barbaridad y que la oposición está en sintonía con ello. La prueba evidente es que criticar este credo de in-visibilizar a la chusma inculta que estorba al progreso según ellos, no tiene ninguna posibilidad de contrarrestar esta intención.

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