Lucia Aincioa Urrutia

Condenadas y olvidadas

Así es como se encuentran nuestras personas mayores que viven en residencias. Condenadas a una cadena perpetua de restricciones. Desde hace semanas, se prohíben las visitas de familiares y las salidas al exterior, cuando al resto –en el ámbito privado– sólo se nos dan recomendaciones y con una duración determinada. ¿Cuánto van a durar estas restricciones en las residencias? No lo sabemos. ¿Alguien se lo pregunta? No lo parece. Ante las recientes medidas que se están tomando, la sociedad las cuestionamos y muchas las consideramos una vulneración de derechos. ¿Qué nombre le damos a lo que está pasando con ellos y ellas? No podemos permitir que el lugar en el que un día decidieron vivir y convertir en su hogar condicione su libertad y genere esta desigualdad de derechos. Residencias convertidas en cárceles. Medidas convertidas en condenas.

Olvidadas. Así es como se sienten. Olvidadas por los gobiernos que toman las decisiones y lo hacen sin tener en cuenta su opinión. Olvidadas también por la sociedad que no habla de su situación ni cuestiona las medidas. Olvidadas por las gerencias de las residencias que no exponen los efectos que estas restricciones están teniendo en su salud física y emocional.

Las personas mayores son quienes padecieron las medidas más duras durante el confinamiento y quienes realizaron la desescalada con mayor precaución. Para permitir las salidas y las visitas en las residencias no podemos esperar a que la tasa de casos positivos sea más baja o esperar a que haya una vacuna. No hay tiempo. Su tiempo es escaso, y por ello es imprescindible que este sea de la mayor calidad y calidez posibles. ¿Vamos a seguir permitiendo este olvido y esta condena?

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