Javier Orcajada del Castillo

Democracia a la española

Una señora ha publicado una carta muy correcta al director en un periódico en la que invoca su derecho a la libertad de expresión para quejarse de que en otra anteriormente publicada por otra persona criticaba al presidente Rajoy por su manera de gobernar y especialmente respecto a la forma de plantear la crisis catalana. Esta literata utiliza su derecho a la libre expresión para coartar el de otra persona que en uso de su propia libertad expone ideas contrarias a las de quien esgrime el suyo a la libre expresión, quien al parecer vota a Rajoy. Es de hacer notar que la señora que se queja del contenido de la carta de quien critica a Rajoy hace un encendido elogio respecto al tono, cortesía y respeto con el que expresa sus formas de opinión. Y al final pide disculpas a su interlocutor por si se siente ofendido por su crítica. No se entiende bien que alguien que ejerce su derecho a la libre expresión considere que puede haber herido a otro, lo que demuestra que no está segura de que su carta no ofenderá a quien va dirigida. Esta señora si opina de buena fe y hace uso de su legítimo derecho a expresarse no parece tener la conciencia tranquila porque confunde su crítica con un prejuicio y muestra que no es capaz de aceptar la de alguien que sí la expone de acuerdo con su propio criterio libre y legítimo. Esto sucede porque en España la libertad de expresión y la democracia en general son derechos que no se saben ejercer y cuando así se hace, se tiene mala conciencia porque es utilizado con intención de ofender, pues se desconocen sus límites y frecuentemente se utiliza para zaherir al que no piensa como él. Además, en la carta la amable escriba hace una crítica muy agria y de dudosa justificación en contra de Puigdemont al que le acusa de provocar la ruptura de España, de cobarde por haber huido de la justicia y de engañar a los catalanes. Y no pide disculpas por si sus críticas pueden ofender a quienes defienden el derecho de vascos catalanes a la libre autodeterminación. Al final hace un refrito porque se considera partidaria de la libertad como fundamento de la vida y origen de la felicidad y de la paz, pero parece que exceptúa de ese derecho a los vascos y catalanes, no porque quieran ser independientes, sino porque desean votar para decidir cómo quieren gobernarse. Esa forma de razonar se llama en su rico idioma español «ley del embudo».

Search