Enric Vivanco Fontquerni | Barcelona

Deterioro climático

Vivimos en una civilización, la nuestra, que los agoreros se les consideran personas amargadas carentes de imaginación, ya que todo problema tiene una solución. Efectivamente, la vida humana en el planeta es perfectamente prescindible y en absoluto obligatoria. El deterioro climático, que no el cambio climático, que intenta engañar como si fuese un proceso estructural de la propia naturaleza, y si se ha llegado a esta situación, es debido única y exclusivamente por el modelo productivo que campa a sus anchas. Esta obsesión enfermiza de concentrar personas por todos lados y a todas horas, para poder realizar actividades estúpidas, y buscar consuelo de la vida de esclavitud que padece la población, que se imagina que lo neutraliza con las drogas legales, y poderse desestresar en cualquier club, con alcohol en la mano, hace que muchos consigan las energías para el día siguiente, para enfermarse un poco más, con este bálsamo narcótico, que alela al personal. Sería cómico que a los tuareg se les indicara consejos para evitar el calor. Esta es la situación lamentable en la que estamos. Los incendios que se producen, es debido a la continuidad de la ciudad archipiélago cosmopolita, y globalizadora de la mínima inteligencia, que ha matado cualquier atisbo de ruralidad, que desde Durkheim, se sabe. Los incendios, son producto de una organización espacial que piensa solo en producir, como los cursis llaman riqueza, que se convierte en la miseria en la que se está sumergido todo el planeta. Los avisos institucionales, tienen el mismo valor que colocar una poesía en una botella y lanzarla al mar. Eso sí, que sea biodegradable. Lo que es auténticamente vejatorio e inmoral, es que la máxima autoridad del Estado, que se blinda en un museo, que ya definitivamente no debería salir, que colapsa parte de la ciudad, en momentos críticos, que el aire mata a las personas, que no coja una manguera y se ponga hacer algo provechoso por una vez. El costo de abrir los colegios el 1 de octubre, es mucho menor que todo el dispositivo que se ha de pagar para una cena, con los pelotudos de siempre. Vivimos en la civilización narcótica por antonomasia. 

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