Ibon Cabo Itoiz

El legado de Josu Urrutia

El Athletic siempre ha tenido una disputa entre el modelo latinoamericano de fútbol y el inglés. Cuando Panizo jugaba en el Athletic y era criticado llegó Estudiantes de la Plata a San Mamés y tras verles jugar, el público concluyó que todos jugaban como Panizo. Cuando Javier Clemente trajo para San Mamés el más puro estilo de los reds, el personal volvió a creer que el alirón inglés traería la gloria eterna a nuestra vitrinas.

Esta misma lucha entre los románticos y lo práctico se aplicaba en las últimas décadas hasta la llegada de Josu Urrutia a la presidencia del Athletic donde la confirmación de la filosofía y la buena gestión se han combinado en distintos ámbitos con cierto regocijo y unidad colectiva. Josu Urrutia es célebre por decir que quizás él le tendría que hacer un homenaje al Athletic y no al revés. Detrás de esto no hay falsa humildad, ni ganas de borrarse ante decisiones incómodas, sino una realidad en torno a una interpretación muy concreta de nuestra exclusiva filosofía.

Decía Jose Luis Borges que habría que inventar un juego en el que nadie ganara. El Athletic Club necesita en ocasiones de esta filosofía. Especialmente cuando las generaciones por edad o por calidad se resienten y comienza la llamarada mediática en torno al clásico «todo está mal y toca cambiar». Decía también otro genio del balón, don Alfredo Di Stéfano que «ningún jugador es tan bueno como todos juntos». Eso es exactamente lo que le ocurre al Athletic que necesita de unidad deportiva, institucional y social para poder competir en el mercantilista mundo del fútbol moderno.

Efectivamente el Athletic en los últimos años ha estado cercano a la unidad interna. Si las cosas no han ido ni mejor ni peros, sin dejar de poner en valor la excelente trayectoria deportiva de estos años, ha sido porque en cada área ha estado llevada por aquellos que conocen y porque aquellos que sienten el club como una extensión de su propio ser. Bielsa decía que «el fútbol se hace menos dramático cuando lo ejecutan los que saben». De loco no tenía un pelo cuando hablaba en estos términos y es estrictamente lo que necesita nuestro club. Huir de la excentricidad para poder dar calma y reposo a una filosofía única.

Así pues el espíritu del gentleman inglés debe combinarse con el trabajo del «tiqui taca» de los que saben para mantener la paz social, tan necesaria como imprescindible para poder competir. No restemos valor a lo realizado pues puede que sin darnos cuenta entremos en una espiral nerviosa que nos condene a todos a perder la calma y a olvidarnos de lo bueno aportado hasta ahora. Reflexionemos y sigamos combinando el sosiego con el ardor pero sin olvidar que el fuego es mal consejero para un club que vive más cómodo como lo ha hecho estos últimos años.

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