El primer paso
Creo que es este país hemos llegado a un punto sin retorno. Vemos cómo no hay dinero para ayudas sociales, pero sí para sueldos vitalicios; cómo desahucian a miles de personas de sus casas, mientras nuestros políticos supuestamente demócratas se pulen nuestro dinero sin siquiera pestañear; cómo nos manipulan para que odiemos al extranjero, al inmigrante o al refugiado con cuentos llenos de prejuicios clasistas, que solo ocultan miedo y racismo.
Hay que admitir que no es todo malo, que hemos hecho algunas cosas bien, no estoy aquí para juzgar a nadie, pero creo que es importante que encontremos dónde está el problema para poder alcanzar una solución.
Un ejemplo claro que nos refleja se ha visto en más de una ocasión: cuando una sociedad sale a las calles por y para el fútbol (cuidado, no estoy en contra del fútbol ya que creo que cada uno es libre de sentir sus colores) y no por sus derechos, es una sociedad resignada, frustrada, abocada al fracaso.
Y entonces pienso en aquellos que nos quieren sin estudios, como una simple mano de obra, callada… porque han ganado. Porque la sociedad se ha rendido ante ellos. Ante sus mentiras, sus falsas ideas de progreso y ante todo, porque han conseguido que dejemos de pensar.
Pensar. De forma libre. Pensar porque sí. Pensar lo que queremos y cómo lo queremos.
Soñar imposibles. Y lo peor: conseguirlos.
Porque saben que una sociedad educada, leída, con ideales es peligrosa. Porque es inteligente, porque siempre quiere más (ya que como todos sabemos, el saber no ocupa lugar) y trabaja por sus derechos porque sabe que se los merece.
Tenemos que trabajar juntos, tenemos que ser curiosos, leer, hablar, discutir, emocionarnos, estudiar, preguntar, equivocarnos, saber, sentir que no sabemos lo suficiente… siempre con el único afán de crecer.
Ese es el primer paso.