Olga Saratxaga Bouzas

Europa de la vergüenza

Al igual que la mayoría de los cuentos, este texto podría comenzar por: ˜Érase una vez…».

Al igual que en otros testimonios y opiniones sobre este tema, la indignación y la rabia podrían ser útiles compañeras de relato, pero en esta ocasión, sólo quiero contar la realidad de un mundo creado y fabricado a medida del poder económico del planeta.

Por tanto, no es ningún cuento de hadas ni ensueños; es la vida inhumana que tienen que soportar las personas refugiadas en su tránsito vejatorio entre concertinas (alambres de cuchillas o de púas), miedo, frío y, en los casos más dramáticos: la muerte. Es la historia de Europa en el siglo XXI.

¡Es la Europa de la vergüenza!

Y no nos engañemos, aquí nada va a cambiar sin que este cambio lo provoque la reacción del pueblo.

Ninguna revolución social ha sido nunca conseguida sin la lucha de base; la clase política dirigente vive a la espera, siempre a la rémora de la exigencia de la sociedad.

Y esta sociedad, que debe reclamar acciones humanitarias y obligar a cambiar las políticas migratorias actuales consensuadas por la UE, somos nosotros…

Soy yo…
 ¡Eres tú!

En definitiva, somos quienes otorgamos cheque en blanco en el que perpetuar las cadenas, las alambradas y el destierro para millones de personas y tenemos, asimismo, la capacidad y la obligación de revocarlas y convertirlas en derechos humanos de facto.

Este escrito es un alegato contra la actuación de los estados, y también de nuestra propia pasividad, en riesgo de convertirnos en cómplices, por no querer ver que somos parte interviniente de muchos de los resultados y decisiones adoptadas por aquellos a quienes permitimos, con nuestro voto electoral, manejar y manipular las directrices de nuestras vidas.

Sin nosotros no hay quórum ni leyes, ni líderes ni agresiones contra los derechos más fundamentales.

Vergüenza es un vocablo grave no acentuado, que describe una sensación o sentimiento de humillación provocado por actos ajenos o propios.

Sí, vergüenza es, ante todo, una palabra grave derivada, en este caso, no sólo de los acuerdos detestables de la UE, sino también de nuestra propia responsabilidad como sujetos activos en la consecución de logros o derrotas.

Hacia dónde y porqué dirigimos nuestros pasos tiene consecuencias: para la humanidad, como especie, y para nosotros mismos, como parte de un todo, y no estaría de más analizarlos y revisarlos de vez en cuando, no fuera ser que tuviéramos la llave para abrir la puerta de la dignidad…

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