Enric Vivanco Fontquerni | Barcelona

Imágenes

Estamos insertos en el mundo de la imagen y de los autorretratos, la exterioridad aniquila la profundidad. Los gabinetes de prensa de los conglomerados económicos, financieros, y como en el mundo de la política, lo único que interesa es el símbolo caricaturesco que en nada tiene que ver con la mitología griega, o con las representaciones de las comunidades ancestrales, que destilaban un pensamiento en sintonía con sus necesidades civilizatorias.

El periodismo que insulta a su profesión, se fija en los aplausos por minuto, que desde las Cortes, los comensales de la misma dirigen sus decibelios a un monarca y familia, que suelta cualquier cosa insustancial, con un tono que hace reír, sino fuese por el dolor de la miseria humana en el que estamos insertos. Todos los uniformes, trompetería y golpes al suelo con los zapatos, como pataletas estúpidas, no proporcionan ninguna solución, que no sea liquidar al que no razona como debe, según ellos. Todo este carnaval está orquestado para ser mirado, pero no para ser meditado, porque el pensamiento de todo esto es el cero absoluto.

Otra imagen absurda que antes de empezar diverge en su propio título, como es el diálogo, que es diferente a negociación. No importa el fin, se busca el retrato de un encuentro, en el que no se negociará nada ya que el presidente del Gobierno, va a visitar a la colonia y los colonizados, lo único que pueden aportar para neutralizar la fuerza de la metrópoli, son las súplicas hacia los presos. Poca cosa para negociar algo. Como en cualquier colonia, siempre se va a visitar a los colaboracionistas más entusiastas como la alcaldesa de turno, tan proclive a recibir al sucesor del linaje del Caudillo.

Los que siempre han tenido una inquietud en la resolución de conflictos, conocen al noruego Galtung, y por duro de mollera que se pueda ser, hay un principio que desde el Principat, ni se menciona. Siempre se ha de negociar con el que tiene el poder y con el que es más reticente para cambiar el status político. Por supuesto que no es el partido socialista y sus monaguillos. Aunque se llegase a un acuerdo que es imposible, sería tumbado inmediatamente por los que de verdad ostentan el poder, que no consiste en incrementar cualquier partida presupuestaria, o aumentar con el beneplácito de la patronal el salario mínimo. La negociación se ha de hacer precisamente con la derecha estatal, y como en cualquier trato, se ha de forzar la misma, que no consiste en lloriquear con lo malísimos que son los opresores.

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