Ir a contracorriente genera de inmediato una reacción unánime de repulsa y de incomprensión porque uno de los déficits mayores es intentar pensar por uno mismo y olvidarse del rebaño del que se puede sentir cercano. El caso Palau es una prueba perfecta para intentar salirse del guion. El monto global del dinero defraudado parece ser de unos 35 millones de euros. Relacionar esta cantidad con las rentas de la clase trabajadora, esconde la red en la que la sociedad está atrapada. Si se utiliza una escala más lógica no hace falta ir muy lejos, se puede comparar con el FCB, e interpolar los importes de los jugadores incorporados en los últimos seis años y lo defraudado en el caso mencionado es una broma. La globalización da riendas sueltas a la mercantilización de todo y de todos, lo que comporta la piratería legalizada. El escándalo es que se buscan ejemplos para hacer ver que alguien paga el mochuelo de las migajas que trascienden a la opinión pública como la Pantoja, o como en su día Lola Flores. La política marca su ritmo y decide qué casos se sueltan al circo. Mientras la derecha regionalista su único objetivo era sus negocios, todo estas ingenierías financieras no hubiesen saltado a la palestra. Cuando llegan a la conclusión que el siglo XXI para Catalunya, si persistían en las condiciones marcadas por la LOAPA, fruto del golpe político-militar que fue un éxito, comportaría la decadencia definitiva de Catalunya. El desmarcarse del trayecto, que es una revolución transversal, el precio a pagar se está viviendo en directo. Escandalizarse de lo que trasciende de estos juicios mediáticos es una hipocresía muy en la línea del mundo que padecemos.