La deriva calamitosa de la CUP
Para conseguir un cambio estructural, es necesario aglutinar las diferentes modalidades de las miradas políticas, que tienen el mismo objetivo. En estos momentos, a pesar del dolor inmenso que uno pueda sentir, por la incapacidad de la CUP, que se inició pocos días después de la gesta de las masas a la hora de ir a votar el 1-O, y enfrentarse a la represión de un Estado débil, pero implacable en cuanto a la represión. Se han dejado llevar por la política de la dejadez, y de la gandulería más insoportable. Los discursos reiterativos, sin la menor sustancia, su silencio durante la pandemia, sin ofrecer ninguna discrepancia de los disparates que las distintas administraciones, llevaron a la práctica, no dando voz a los científicos ninguneados de forma implacable. Solo se podía llegar a la conclusión que formaba parte del entramado oficial. La CUP, es la yuxtaposición de lo joven y de lo veterano, es la energía necesaria para producir un cambio radical en cuanto a la organización política que está hecha para seguir en la mentira y en el engaño, de romper con los esquemas obsoletos que no conducen a ningún lado. La desastrosa idea de presentarse en Madrid, ha tenido la virtud de desactivar, todo el tejido asambleario, en Barcelona, capital del Principat, se ha convertido en un fantasma, sin ninguna capacidad para incidir en absolutamente nada. En los últimos cuatro años, con los discursitos tronados del siglo XIX, no se va a ningún lado. La esencia de la CUP, su alma, su vida, su existencia, es municipalismo, arropado por los vecinos inquietos, con sus problemas y con ganas de aplicar soluciones para sentirse contentos en sus barrios, ver un futuro para su ciudad, vivir una vida en el que se sientan partícipes, es lo más maravilloso de la política, que es su barrio, su calle, sus espacios de amor, y de recuerdos. En definitiva, de la vida plena. Desde el 2017, no se ha activado ninguna idea nueva, se han acomodado a la putrefacción más calamitosa que lo corrompe todo, es el monstruo más maligno de la política que son las nefastas Cortes, de un Estado represor. No entiendo qué se hace en esta lejanía corrupta y corruptora, empresaria de la compraventa de votos. Un grupo político no es ni Cáritas, ni una ONG, lo que tiene que hacer es intentar que desaparezcan, y no hacer una política paralela a ellas. La pérdida de incidencia política no es fruto de que los medios de comunicación, los hayan olvidado es que no son capaces de explicar nada nuevo, ya que por mucho que uno quiera encontrarlos no existen. Han reventado el tejido asambleario de los barrios. La CUP, que está en manos de muy pocos, es la antítesis de su proyecto, que solo le lleva al fracaso reiterativo. Persistir en ello lleva a la situación actual de caída libre sin remisión. La fuerza de la CUP, es la cercanía con las gentes preocupadas por este mundo indecente que debemos soportar. Madrid político, es un nido de aves de rapiña que para nada se ha de estar. Por esto los nuestros siempre están.
Atentamente.