Enrique Vivanco Fontquerni, Barcelona

La fiesta para olvidar la muerte

No hay nada descontextualizado, ni respecto a los hechos sociales, que no son como un geiser, que también tiene su explicación comprensiva. Llevamos décadas moviendo masas por Europa, y también hacia otros continentes, para poder presenciar espectáculos que en su inicio eran culturales, como conciertos de música, teatro, o para poder escuchar algún cantante en concreto. Como las infraestructuras se han ido acomodando para mover a masas ingentes en pocas horas, a miles de kilómetros, se fueron creando nuevos nichos de negocios, en donde el deporte era ideal para trasladar a decenas de miles de personas, para poder presenciar partidos en concreto. Se potencia a los mercenarios del espectáculo de diferentes disciplinas, y resulta sencillo trasladar a los forofos, ya que todo este artificio está subvencionado por medio de los impuestos que pagan el resto de los damnificados, que en nada tienen que ver con todo este negocio. Todo el mundo recuerda el bochorno, y los actos realizados por bárbaros criminales, que se desplazan por distintas poblaciones, que no tienen ni idea en donde están, y empiezan peleas, navajazos, insultos, destrozos, todo ello con un despliegue de los servicios sanitarios, de limpieza, y policiales , que por supuesto lo pagan los tontos de siempre. Todos estos acontecimientos, son fruto de una civilización, que lo que impera es el narcisismo, y el goce irreflexivo con una ideología económica, que lo que intenta es ocultar la angustia existencial que genera nuestro marco de pensamiento, que impide profundizar en el elemento central de nuestra vida, que es la muerte, cuya esencia y final es: no ser nada, ni nadie. Por esto la fiesta intenta paliar la angustia, para poder olvidar que todos nos morimos, incluido los que poseen infinitos bienes muebles, e inmuebles, también se largan como el resto. El análisis correcto que hay que hacer, es si nuestro marco civilizatorio, está cumpliendo con las necesidades actuales, y futuras, para su propia supervivencia. Buscar explicaciones fragmentadas, y descontextualizadas, no generan ninguna solución. Ni la represión, ni intentar olvidarse de los problemas acuciantes por donde circulamos, cuya única respuesta es que el tiempo vaya sucediendo. Lo único que motiva es seguir avanzando hacia el abismo sin remisión. La política de los parches, ha fracasado hace décadas. 

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