Pedro Mari Usandizaga

La filantropía de los vecinos

Conocí un filántropo, era un ciudadano que pagaba los impuestos, un vecino que detesta molestar, un trabajador que cumple y ayuda en lo que puede, un empresario que ofrece condiciones laborales dignas y paga lo que es justo; una persona que entre el bien y el mal de los demás, tiende a elegir el bien. La tradición católica exige la caridad y que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha,  siempre beneficia a la iglesia como mediador de ricos y pobres. «Dios te lo pague» equivale a «no te lo agradecerá ni dios». De la gratitud humana hablan los leprosos por Cristo. Los protestantes no tienen santos en su Cielo y han encontrado a los filántropos en la Tierra, individuos que se elevan a sus propios altares escribiendo su nombre en hospitales, aulas y fundaciones y consiguen su vanidad social. El filántropo usa el tópico de «devolverle a la sociedad una parte de lo mucho que me ha dado», en realidad, «de lo mucho que le extraído». Hay candidatos políticos, depredadores de fama, de la vanidad calladamente del «yo, no necesito esto para nada» y se empeñan en «devolver» como se afanaron en «recibir».

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