Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

¿Las mujeres necesitan libro de instrucciones?

No es retórica: ¿alguna vez se pedirán responsabilidades a legisladores y jueces por las muertes y humillaciones que sufren las mujeres? Si para evitar que los hombres sigan aparentando su superioridad van a tener que colocarles pulseras protectoras. Si cuando una mujer apaleada por su pareja acude a una comisaría y es objeto de mofa por parte de los agentes que dudan de su versión. Si la denuncia de malos tratos de una mujer ante el juez pasa por una morbosa descripción como si relatara una peli porno. Si cuando un macho humillado agrede a su compañera por abandonarle después de reiteradas palizas. Si después de cada asesinato o agresión a una mujer hay una convocatoria ante el Ayuntamiento de políticos con gesto compungido. Si anualmente se celebra el Día de la Mujer para cumplir el protocolo con discursos al borde del llanto. Si para promover políticas de igualdad de género se convocan campañas paternalistas, pero impidiendo realmente a las mujeres acceder sin privilegios ni apoyos a puestos de trabajo según sus capacidades intelectuales o profesionales. Si las mujeres manipuladas creen que para progresar en la sociedad deben competir al hombre con sus mismas armas sin discernir que para lograr sus objetivos de género deben activar sus propias facultades naturales lejos del espacio en el que el hombre tradicionalmente ha dominado históricamente. Si las autoridades no se lo plantean en serio, es hora de que los hombres adquieran una visión menos miope para entender que las mujeres deben de ejercer su propia autonomía demostrando que no necesitan ayudas humillantes. Son ya mayoría como notarias, jueces y fiscales, médicas, enfermeras y catedráticas pues los puestos se ganan por oposición. Es preciso que no caigan en la ingenuidad de competir para acceder a los cuerpos militares o policiales en los que la inteligencia y la sensibilidad son factores negativos. Deben desarrollar sus propios proyectos personales en competencia leal según conocimientos o capacidades, sin importar el género, pues no se trata de crear bandos enfrentados, sino colaborando hombres y mujeres para descubrir las ventajas de desarrollar políticas comunes, evitando la competencia estéril que es el origen de que las sociedades machistas se hallen todavía ancladas en sus complejos de superioridad que históricamente han sido difundidos por dirigentes fanáticos ensalzando su afán de dominio sobre las mujeres basándose en torpes doctrinas religiosas a las que filósofos castrados atribuyeron origen divino, cuando realmente ocultaban sus complejos de inferioridad. Decía Sun-Tzu: «La mejor victoria es la que se produce sin combatir. De esa manera se distingue el prudente del necio».

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