Carlos Benetó Clérigues

Luchando contra animales

«He ordenado un asedio completo a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales y actuamos en consecuencia», dice Israel a través de su ministro de Defensa, Yoav Gallant. Declaraciones de quienes sienten gusto en el correr de la sangre, piensan que hay pueblos que merecen desaparecer, o que ni tienen la condición de humanos, y que no escuchábamos en tan altas instancias desde que la plana mayor de las SS y el NSDAP cerraron sus bocas.

Hoy Israel, después de invadir, exterminar, crear un enemigo externo, alcanza ese antiguo lugar del olimpo del mal que estaba coronado por la cúpula del III Reich, porque hay quien se atreve de nuevo a proponer y justificar medidas con más que tintes a Solución Final, y es que la existencia del Estado de Israel desde hace mucho cae del cielo sobre tierra invadida, con la promesa de que en cualquier momento un padre podrá recoger, y así será, el cuerpo de su hijo muerto, o un niño limpiará la sangre de su madre en la puerta de su casa, y el resto del mundo lo vería, un día más, si el saldo mortal se mantenía en decenas tras varios días consecutivos, en el pase de 10 segundos del informativo, mientras se seguía comiendo macarrones con tomate hasta la siguiente noticia. Fábricas de indiferencia que engrasan la maquinaria que pone la garra donde mira el capital, al que imperdonablemente han noqueado por sorpresa.

Por eso lo que hoy es distinto y muchos celebramos es la dignidad que se defiende aun si hacerlo costase la vida. Eso es Palestina, y esta semana ha escrito una flor en la oscura historia del mundo, y es tan motivo de nuestra admiración como de bienvenida conmoción en el aparato sionista.

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