Alaitz Fernandez Uriarte

No es una guerra, es un genocidio

El pasado siete de octubre la fuerza miliciana de Hamás lanzaba un ataque sin precedentes contra Israel, causando la muerte de al menos 1400 israelíes. Sin tiempo a que el pensamiento crítico pueda crecer de una semilla que la sociedad por desgracia carece, la prensa hegemónica sustentada por el poder económico prepara titulares sensacionalistas y engrandece el único enemigo contra el que luchar, el terrorismo islámico. Los líderes internacionales más destacados, siguiendo esta misma estela, se muestran profundamente afectados por el horror del ataque y se va construyendo una opinión pública cuya capacidad de análisis permanece adormecida. Los mensajes lanzados desde el sector conservador claman por el fin de muertes inocentes con tinte estéril. Quizás acompañados de alguna foto donde yace sin vida el cuerpo de un niño polvoriento. Sin mayor profundidad. Atrás quedó un movimiento social masivo a favor de un pueblo que estaba siendo invadido, Ucrania. Banderas bicolores, azules y amarillas fueron estandarte por todo el mundo. Pero conocemos de la doble moral que engrasa la maquinaria del poder.

El pueblo palestino sufre desde hace más de medio siglo la opresión y colonización sistemática del Estado de Israel. Ante la pasividad y enmudecimiento de la comunidad internacional, los palestinos han sido despojados de sus tierras, vejados, intimidados, divididos y en un giro irónico de la historia, encerrados por un muro en Gaza por representantes de supervivientes los cuales palparon el mismo terror por parte del Tercer Reich. Y en este contexto de injusticia histórica y sin recapacitar sobre el origen del ataque lanzado por Hamás, el Estado de Israel se jacta de legitimidad para una intervención militar descomunal sobre Gaza. Israel aviva más que nunca la llama que sirve de tejido social en este país. Aviva la llama del enemigo contra el que luchar. Ese enemigo por el cual se levantó el muro. Ese enemigo por el cual se ha construido una sociedad israelí militarizada que sea capaz de defenderse. Ese enemigo, el cual se dibuja a los ojos de la opinión pública como una entidad única que no difiere entre un pueblo oprimido y terrorismo islámico. Y este pensamiento viral que infecta gran parte de su sociedad se utiliza como cobijo para continuar y en estos momentos recrudecer un genocidio contra el pueblo de Palestina. No hay un ejército palestino que haga frente a la fuerza bélica de Israel. No es una situación de equidad. El lenguaje hace el pensamiento y como tal estamos obligados a realizar precisas afirmaciones. No es una guerra, es un genocidio.

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