Ander Balanzategi

Nos olvidamos la cabeza

Estás enferma pero tu médico no lo sabe, aún no se lo has dicho. Todos te ven bien, sonríes, conversas y hasta bromeas. Nadie diría que tu salud flaquea. Tú estás rota, te rompes cada vez que te miras al espejo y no eres capaz de reflejar nada positivo. Las dietas y el deporte te mantienen estable, para, al final del día, verte bien. Esa aparente fortaleza se resquebraja con una mala noticia o un mal día. La ansiedad asola tu cabeza y te ves abocada a darte un atracón después de comer. Corres al baño, te metes los dedos en la boca y adiós atracón.

Llegado a este punto sabes que necesitas ayuda. También asumes que no podrás ir al psicólogo hasta que cuentes tu situación a tus padres que, quizás, no se puedan permitir ese gasto. La sanidad pública te ofrece este servicio de manera precaria y como tú, miles de personas ven deteriorada su vida por no disponer de un servicio de salud mental público de calidad.

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