Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

Pagar impuestos es sano

Parece una expresión voluntarista o de un masoquista, pero realmente  es la opinión de un conocido defraudador fiscal que vive en Andorra. Porque al ser obligatorios afectan a toda la ciudadanía sin distinción, por tanto sale al paso de los demagogos que difunden la  caridad como una virtud que está sujeta a la voluntad, generosidad o estado de ánimo del donante, cuando realmente es la principal obligación de los contribuyentes de una sociedad organizada.

Al ser un deber universal se hace frente al populismo de las donaciones que  se hacen públicas para lograr el reconocimiento de la población que carece de criterios de justicia social y buscan recibir el homenaje de las administraciones públicas que por este medio eluden que queden a cargo del erario público. Por este procedimiento la administración difunde una filosofía paternalista del impuesto popularizando su significado de gratuidad y donativo en lugar de considerarlo el objetivo que cumplen los impuestos potenciando su función de promotor de la justicia social para que los ciudadanos se sientan partícipes en una sociedad solidaria y responsable. Porque los donativos siempre van rodeados de campañas en favor de los donantes que suelen ser personajes públicos, quienes, además, obtienen desgravaciones y bonificaciones en sus liquidaciones y al final el donativo está condicionado a la conveniencia del mecenas y a las administraciones públicas solo les queda actuar de sujeto pasivo y limitarse a ser agradecido a pesar de que esas actitudes aparentemente generosas son denunciadas por sectores críticos progresistas que son quienes promueven la fiscalidad justa sin servilismo, pues de lo contrario queda la calidad de los servicios públicos a expensas de su actitud subjetiva. Por eso es bueno pagar los impuestos para que los paguen todos los que tiene obligación.

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