Asier Fernández de Truchuelo Ortiz de Larrea

¿Por quién doblan las campanas?

«Nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti»

«And therefore never send to know for whom the bell tolls; It tolls for thee...» (John Donne, 1624)

Hay un dicho popular que afirma: «No se pueden poner puertas al campo», pero, en un país que fue capaz de aprobar un impuesto al sol, cualquier cosa es posible…

No se sabe bien cómo afecta el repicar de campanas en el proceso reproductor del nacional-catolicismo, una especie en expansión. Según parece, igual que la plata, que es letal para los licántropos, o el sol para los vampiros, el tañer de campanas evita que esta especie, alógena en el agro vasco, se reproduzca.

Pese a tratarse de una especie de escaso valor social, hay un verdadero interés, a nivel estatal, por preservarla y promocionarla. A tal punto que se están creando leyes para su protección, no vaya a ser que desaparezca…

Hacer doblar las campanas, a varios kilómetros de distancia de esta especie tan sensible, hará que los encargados de la protección de la fauna silvestre nacional detengan al campanero, y lo lleven al centro de reeducación erigido para tal fin, más conocido como «Villa Barrote».

Ese pueblo que cantaba y bailaba a ambos lados del Pirineo –ya lo dijo Voltaire–, para no molestar a esta especie foránea, deberá callar y mutar su voz.

Ya lo dice el viejo adagio: «De fuera vendrán, que de casa te echarán».

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