Noelia Cotelo Riveiro I Desde el Centro Penitenciario de Topas

Salud y anarquía, compañeras y compañeros

Es 8 de Marzo, Dia de la Mujer Trabajadora, y a través de este desgarrado grito de libertad que traspasa los bastos y opresivos muros de la prisión donde actualmente estoy, quiero alzar nuevamente la voz para que de una vez por todas se reconozca de forma real, a través de la igualdad social y salarial, la gran labor que desempeñamos las mujeres dentro de esta injusta, retrógrada y machista sociedad patriarcal que, aun siendo nosotras el pilar central que la sustenta gracias a la maternidad, nos discrimina e infravalora 364 días al año para luego pretender hacernos creer que realmente existe su abstracta igualdad dándonos un día al año el reconocimiento que día tras día se nos debería dar…

¡Bravo, compañeros y compañeras! Celebremos que por fin se ha reconocido la independencia económico-laboral de las mujeres, que por fin se nos reconoce como autosuficientes, pero ¿hace alguien el favor de explicarme dónde y de qué modo está el reconocimiento  a nuestro trabajo y a la igualdad salarial? ¡Si tenemos que trabajar el doble para cobrar la mitad! ¡Necesitamos tener más estudios y mejores titulaciones que cualquier hombre para poder optar a un mismo puesto de trabajo! Y, ojo, que no nos deje embarazadas nuestro compañero sentimental, que si no nuestro jefe ya tiene excusa para ponernos de patitas en la calle… Y, claro, «gracias» a la figura patriarcal que erróneamente hace creer a los hombres que las mujeres somos sus posesiones como si fuésemos un coche o una maceta ahí plantada, nos encontramos con aberrantes anteproyectos de leyes burguesas como el ya (¡menos mal!) derogado sobre la Ley de Aborto del «iluminado» Gallardón, que pretendía incluso encarcelar a aquellas mujeres que por hache o por be quisieran abortar; ellos lo laman, en público, «fomentar la natalidad», pero realmente, al igual que Bárcenas, piensan en 'B' y quieren decir «aumento del consumo al tener una cabeza más que alimentar y, por tanto, aumento del capital, así que a la que me joda el negocio abortando, ¡la meto hasta seis años en prisión!».

No obstante, compañeras y compañeros, ¡claro que debemos celebrar el Día de la Mujer Trabajadora! Porque, efectivamente, tenemos una pequeña-gran victoria que celebra. Hemos tenido el valor de rebelarnos ante los roles patriarcales que desde hace siglos se nos pretendían imponer intentando convertirnos en esposas sumisas a nuestros maridos y siendo relegadas exclusivamente al ámbito doméstico y familiar, pero tras muchos años de lucha, por fin hemos roto ese rol patriarcal convirtiéndonos en mujeres autosuficientes e independientes tanto social como económicamente, sin pesadas cadenas que coarten nuestro poder de decisión y nuestra libertad de elección sobre lo que queremos y sobre lo que no. Pero, ¡compañeras y compañeros!,  no bajemos la guardia, puesto que aún nos queda mucho que luchar para ganar la batalla final que nos dé nuestro merecido reconocimiento, nuestra libertad total, y haga desaparecer por completo nuestra discriminación laboral y la desigualdad de género ante la sociedad.

¡Basta ya de discriminación y basta ya de desigualdad!

¡Muerte a la figura del patriarcado y viva la anarquía y la fraternidad universal!

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