Iñigo Jaca Arrizabalaga

Solo nos queda Gure Esku Dago

Así es, solo nos queda lo que está en nuestras manos. Lo que nosotros los ciudadanos de Euskal Herria podamos decidir. Lo que nuestro dilema de las dos almas que decía Oteiza nos pueda acercar a lo que está en el cromlech pirenaico.

Los últimos años y hechos han sido los que han derrumbado lo que fue un mito para aquella rebelión antifranquista de un sector de la población vasca, en los últimos años del régimen y durante la transición, hasta la parodia de Aiete. Qué poca decencia intelectual y ética ha habido en ambos bandos en todo este caminar. Dicen que no hubo guerra en la posguerra, pero tanta bajeza solo se puede explicar desde la indecencia de estos fracasos.
Nuestros padres nos hablaron del Pacto de Santoña como una traición, y así fue. En Santoña II también la iglesia ha participado, y con demasiado protagonismo. Así han sido los resultados. Lamento que una vez más el coste de la paz en nuestro país sea el que los combatientes, no sus dirigentes, sigan en prisión por muchos años. La penitencia la tienen impuesta, la contrición les basta a los jefes para librarse.

Encontrémonos la sociedad civil en Gure Esku Dago, aunque solo sea por higiene mental y busquemos el camino que supieron encontrar nuestros padres y abuelos tras el desastre de la llamada guerra civil. Ellos fueron capaces de generar las ikastolas, las cooperativas, la recuperación de la convivencia y el desarrollo económico… y por qué no quizás nosotros seamos también capaces de lograr la creación de un estado vasco en la Unión Europea, tan añorado.

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