Erika Álvarez Ortega

Un pequeño escudo

El otro día salí de casa sin el móvil. No tenía batería, así que lo dejé cargando.

Había quedado con una amiga a las seis de la tarde en el centro. Hasta ahí todo bien. Después de cinco minutos andando miré la hora para ver si llegaba a tiempo. Pero no pude. No tenía reloj, ni tampoco móvil, claro. Cuando llegué a mi destino no había nadie allí. Esperé. Y esa espera fue distinta. Me sentí sola. Había más personas a mi alrededor, pero todas ellas tenían puestos los ojos sobre el móvil. Ese aparato que sujetaban entre las manos parecía un pequeño escudo con el que protegerse a sí mismas de un entorno desconocido. Un escudo que les permitía evadirse de una cierta sensación de vulnerabilidad. No tenían que cruzar miradas con la gente, observar el ambiente o sumirse en sus pensamientos. Y de esta manera, mientras pensaba en todo esto, llegó mi amiga. Pero no me vio. Estaba pendiente de ese pequeño escudo.

Search