Pedro Mari Usandizaga Añorga | Ondarroa

Una España profundamente desagradable

Una España profundamente desagradable, que no se corresponde con los valores y potencialidades de una sociedad que acaba de superar una grave crisis económica. Los acontecimientos de esta semana dibujan la imagen de una España indignada que la mayoría de la sociedad no acepta.

Enorme indignación social por la sentencia judicial por la agresión sexual a una joven que cinco machos llevaron a cabo hace tres años en las fiestas de los Sanfermines. La Manada. La mayoría considera que la sentencia no castiga de manera adecuada aquella agresión en grupo. Suena de nuevo el espíritu del pasado 8 de marzo, la movilización sin precedentes de las mujeres españolas. La sociedad cambia –las mujeres son en estos momentos un movimiento importante de ese cambio– y las estructuras del Estado no acierta a interpretar bien estos cambios.

Viene el cambio de los años setenta entre la España real y la España oficial. Habría sido curioso conocer de cerca la reacción de los jueces alemanes ante otro nuevo resbalón de la Justicia española.

La mayoría de los madrileños creía que Cristina Cifuentes debía abandonar la presidencia de la Comunidad de Madrid por el caso del máster falso y ella se resistió a renunciar al cargo, hasta que una mano invisible la «dimitió» esta semana, con la difusión del vídeo escandaloso. Suenan en periódicos los títulos de Lamela, Llarena y los de la Audiencia Nacional que hayan sido otorgados por la URJC como los de Cifuentes a Pablo Casado, Maroto y otros... La España indignada es, en buena medida, fruto del desencuentro entre la sociedad y el Estado.

Un problema de fondo que posiblemente no se arregla con un cambio de Gobierno.

Salud y República.

Search