Valorar el trabajo ajeno
Mucho se habla del respeto y, sobre todo, del respeto hacia los demás. Pero, ¿y el respeto profesional? La alarma de Claudia suena todos los días a las ocho. A las diez ya está en la tienda. Su jornada laboral matutina se resumen en ordenar las diferentes secciones de ropa y estar en caja de cara al público pero, claro, a ser posible con buena cara. De esta manera se recorre, sin parar, las tres plantas que tiene la tienda. Lo hace por iniciativa propia y por lo que más le importa: el compromiso con la empresa. Algo que se queda en nada cuando cierta clientela se toma el privilegio de «desvalorizar» indirectamente su trabajo. ¿Para qué coger una camiseta sin revolver antes el montón? ¿Por qué no dejar las perchas tiradas por el probador? Así un largo etcétera que multiplica su trabajo y le hace preguntarse todos los días: ¿mañana será igual?