Cecilio Rodrigo

Aprendí a saltar del singular al plural

«Verte feliz me hace feliz». Esta frase me parece colosal. Con esta idea que recogí de txiripa en el rellano del quinto piso, salgo estos días tan campante de la cueva, del frasco de las penurias todas, del cajón estanco del yo, del ego, del burnout, del egoísmo thatcheriano, del solipsismo intelectual, del dichoso neoliberalismo. Eufemismo que todos los días nos inyectan sigilosamente para encubrir su capitalismo salvaje: el pan nuestro de cada día.

Con esta idea del «Verte feliz me hace feliz» ahora puedo salir y, muy contento, muy contento, del «mi-mi» y del «mío-mío». Es un hermoso salto que he aprendido a dar de txiripa y gracias precisamente a la dicha de verte feliz en el rellano del quinto piso. Ahora salto y salvo distancias que antes eran insalvables, en un plisplas, tiendo una pasarela entre orillas cartesianamente inalcanzables. Por ejemplo: puedo saltar entre la res cogitans y la res extensa, entre lo racional y lo sentimental, entre la lógica y la intuición, entre lo espiritual y lo corpóreo, entre lo público y lo privado, puedo saltar del singular al plural. Por ejemplo: hago salto de longitud entre el «yo» y el «tú», hago triple salto desde el «yo» sumándolo con el «tú» hasta el «nosotros». Creo que he empezado a hacer la «revolución de los pronombres». Es estupenda. Ahora soy un duende fugado de la botella que salta, baila y vuela.

Te envío a ti esta frasecilla de humilde pinta: «Verte feliz me hace feliz», porque es más que probable, es seguro que, tirando tú de ella, de la susodicha frasecilla, nos cuentes algo que nos haga aún más felices a aquellos que un día tomábamos un vino peleón a la salida de Altos Hornos de Baracaldo o de Sestao, y no solo, y no solo. Porque creo que también les vale, les valdría y les valdrá a otros muchos más y a otras muchas más. Otras, otros y otres, las/les/los que no quieren resignarse a vivir malamente en este mundo de..., y..., y..., y...

Me preguntarás: «¿Y dónde quedan las eternas preguntas? ¿Y las aporías clásicas? ¿Y las incontables incertidumbres científicas? ¿Y el gato de Schrödinger? ¿Dónde los miedos, la precariedad, el desamparo? ¿Dónde todas las filosofías, todas las teologías, todas las ideologías, todas las religiones, las monoteístas y las politeistas?». «Siguen ahí, sí. Pero como me contaste en el rellano del quinto piso que tú ahora estás bien, importan bastante menos, bueno, un poco menos. En el rellano del quinto piso comprendí que ayudar a alguien a mejorar su vida, mejora la tuya propia, Aprendí a saltar del singular al plural».

Ez adiorik!


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